Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

 El comandante Hugo Chávez ha muerto como los grandes: lleno de gloria. Desde ya podemos asegurar que su figura de patriota venezolano y de luchador a favor de las mejores causas de los pueblos del mundo le aseguran un sitial al lado de su admirado Simón Bolívar, el Libertador por antonomasia, y del inconmensurable José Martí. Supo vivir y morir henchido de dignidad y decoro.

 Hugo Chávez hizo de su vida un proyecto de amor por la humanidad. Los sufrimientos de los pobres venezolanos le dolían tanto como las penurias de los desamparados del mundo. En su pecho latía un corazón capaz de albergar los sentimientos más nobles. Tenía una voluntad de acero, que templó en la austeridad de los cuarteles y en el fuego de las luchas políticas nacionales e internacionales. Su inteligencia fue pulida con delectación de artista y su cultura enciclopédica estuvo orientada a conocer y combatir a los enemigos tradicionales de los pueblos. Él pudo decir, como el africano Terencio y el dominicano Orlando Martínez, nada humano me es ajeno.

La condición de jefe de Estado de la República Bolivariana de Venezuela le dio la oportunidad de desplegar su espíritu solidario e internacionalista. Por eso se colocó del lado de los que sufren en Estados Unidos de América, con su asistencia permanente a los negros de Harlem; con su ayuda a los pobres de su patria, que los insensibles calificaron de populista y electoral, porque no pueden ver el carácter social de las buenas políticas públicas; con sus planes reales de ayuda petrolera a nuestros países, por medio de Petrocaribe, y no aparente y oportunista que solo busca beneficios encubiertos, como nos tienen acostumbrados las grandes potencias.

Todos los gobernantes que se respetan y buscan elevar la dignidad de sus pueblos vieron en Chávez a un amigo  y compañero de jornada. Para comprobar esa verdad, basta con pensar en cuatro líderes, que se mantienen como las cuatro patas de la mesa en que debe servirse la redención de los humildes: Fidel Castro, y su magisterio político-social; Evo Morales y sus raíces indígenas; Rafael Correa y sus afanes institucionalistas, y Daniel Ortega, como heredero de la lucha popular contra la tiranía. 

 La muerte prematura del comandante Hugo Chávez, como consecuencia de un terrible cáncer, deja al mundo sin uno de sus grandes líderes. Nada se pierde para siempre. El legado de Chávez tampoco se perderá. En su patria y en el mundo hay muchos que seguirán sus pasos.

 Juan Bosch afirmó que nadie muere realmente mientras existan personas que le recuerden. Y Hugo Chávez vivirá en el recuerdo y la praxis de los que saben bien amar a sus pueblos.

Vivir como el comandante Hugo Chávez es un reto para las voluntades superiores.

El Nacional

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