Opinión

Quintaesencia

Quintaesencia

El año 2009 es una autopista desconocida que empezamos a transitar a gran velocidad. Se presenta con ribetes horrorosos, por una parte, y esperanzadores, por la otra. Sobre todo porque no estamos seguros de tener la destreza necesaria para manejar los retos que ha heredado y, sin embargo, esos desafíos pueden convertirse en grandes oportunidades.

 Los horrores que pueden presagiarse para este año tienen sus causas en la gran crisis financiera mundial. El mundo mágico del Neoliberalismo se ha desplomado. En su caída, arrastra los últimos fundamentos económicos y filosóficos en que se sostiene el capitalismo salvaje y bestial predominante en la mayoría de los países.

 Hasta Estados Unidos de América, en realidad es de Norteamérica, tiembla ante semejante crisis. Su complejo bancario e industrial, especialmente las grandes fábricas automotrices, está en quiebra. Son grandes los esfuerzos que están haciendo, con inyecciones de capitales frescos, para salvar ese complejo financiero e industrial. Y, como siempre, los males están siendo transferidos a las demás naciones.

 Europa y parte del Asía comienzan a pagar los trastos rotos, con la finalidad de disminuir los terribles efectos que podrían padecer. Para los países pobres, especialmente los que tienen la desgracia de estar en la zona de influencia directa de la política norteamericana, como el nuestro, no hay grandes esperanzas de escapatoria. Sabemos que cuando a ellos les da gripe, nosotros terminamos con neumonía crónica. Nadie está libre de la hecatombe económica que amenaza al mundo.

 Barack Obama, como presidente electo de Estados Unidos, representa una esperanza para su pueblo y,  en menor medida, para los demás países. Su discurso ha sido racionalmente aceptable y se proyecta como  cambio positivo. Nadie que conozca cómo se manejan los resortes del poder norteamericano puede esperar grandes transformaciones en su política exterior. Recordemos que esa política está dirigida  por los sectores que controlan el complejo industrial-militar, mejor conocido como el Pentágono. Pero es innegable que el Presidente puede imprimirle los matices de su personalidad. Y Obama ha dado muestra de ser un hombre público que sabe emplear el sentido común.

 En ese ominoso panorama internacional está sumergida la suerte de la República Dominicana.

Tenemos la fortuna de contar con un pueblo que siempre ha sabido dar la batalla en las condiciones más difíciles. Además, el presidente Leonel Fernández es especialista en política internacional y no ignora la gravedad de la situación. Por tanto, la esperanza, que es lo último en perderse, tiene que ser reforzada  con políticas públicas y medidas concretas que tiendan a fortalecer la institucionalidad democrática.

 Pero esa institucionalidad  está supeditada a la necesaria reorganización del Estado. Y la reorganización  se logra con la reforma constitucional que estamos esperando.

 La Constitución tiene que adecuarse a los nuevos tiempos. Es imprescindible que exista una mejor distribución de los poderes del Estado, para que impere un auténtico equilibrio. Los ciudadanos no pueden vivir bajo el desamparo de sus derechos fundamentales. Es impostergable crear una jurisdicción constitucional especializada. No hay seguridad jurídica donde los derechos ciudadanos son negados o relegados. Donde no hay seguridad jurídica tampoco hay inversiones económicas importantes. Y sin ellas no hay  desarrollo. Tampoco habría posibilidad  de enfrentar la crisis mundial.

 El Poder Legislativo, constituido en Asamblea Revisora de la Constitución, tiene en sus manos la suerte del pueblo. Y a los  legisladores les corresponde colocarse a la altura de las circunstancias. O se casan con la gloria aprobando una Constitución que impulse la vida democrática. o se rebajan al grado de simples consumidores del presupuesto nacional.

 En este año, fortalecemos las instituciones con una nueva Carta Magna para enfrentar el horroroso panorama, o perecemos en el desorden.

 rafaelciprian@hotmail.com

El Nacional

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