Subero, jueces y disidencia
La democracia no es palabra hueca y vacía. Está preñada de sentidos. Tampoco es un recurso al alcance de demagogos y oportunistas para engatusar a incautos. Es una forma de vida social. Todos decimos que deseamos vivir en democracia, pero pocos soportan de buena gana las consecuencias de vivir en ella.
Cuando se tiene mentalidad hipócrita, se hace la defensa de la democracia sólo si conviene. Hasta se reconocen teóricamente los derechos de los demás, siempre y cuando no se atrevan a usarlos. Si cometen esta osadía, entonces los colocan en la lista negra y los destierran del cielo donde moran los hipócritas.
Todavía en nuestro país no se comprende bien que el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina fue ajusticiado y enterrado. Son muchos los que mantienen a ese tirano insepulto en los valores de la intolerancia y el autoritarismo. Es una verdad de Perogrullo la que afirma que en cada dominicano hay un Trujillito agazapado y ansioso de reafirmar su personalidad con el atropello contra los demás. El pueblo, con su sabiduría infinita, afirma que para conocer a Mundito sólo hay que darle un carguito. Pero Mundito se comporta de la manera en que lo hace porque los otros se lo permiten.
El que en nuestra sociedad ejerce el derecho pleno de ciudadano consciente, militante y responsable, corre grave riesgo. Estamos acostumbrados a arrodillarnos y a mendigar los derechos. Parecemos rameras enardecidas ante el efecto afrodisíaco del poder. Varios intelectuales nacionales y extranjeros nos califican como país de borregos. ¿Tienen razón?
La democracia es la fisonomía política del sistema capitalista. Pero el gran Abraham Lincoln nos enseñó que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
La democracia muere de asfixia donde los jueces no ejercen su función de garantizar los derechos fundamentales. Ella exige justicia rápida, imparcial, independiente, eficaz y garantista. La sociedad avanza o retrocede dependiendo de las actuaciones de los jueces. Cuando los derechos de los ciudadanos son respetados, se produce el florecimiento de la economía, lo que genera desarrollo social y fortalecimiento de las instituciones políticas y jurídicas.
Se engaña quien piensa que en la democracia hay uniformidad de criterios. El que así piensa, no tiene conciencia de lo que es el sujeto individual y social. No tiene conciencia política. Poco importa que repita lo que oye o lee, porque no puede comprenderlo ni interiorizarlo. Ni en el cementerio hay uniformidad.
En la democracia existe y debe existir diversidad. El derecho a la crítica es un bien jurídico y moral irrenunciable. La persona que no ejerce el criterio se rebaja el nivel del bruto, desciende a la escala de las bestias.
Los jueces viven en la Tierra. No en una torre de marfil, ni en el Olimpo.
El juez es un ciudadano que vive, sufre y muere en sociedad. Tiene esperanzas y necesidades como cualquier albañil o hijo de vecino. Nada de la sociedad le puede ser ajeno. Es una pena que algunos no quieren darse cuenta de esa verdad.
Los jueces son, por formación, necesidad y vocación, eminentemente críticos. Cuando le reconocen un derecho a alguien, están ejerciendo la crítica del otro que no fue favorecido con su decisión. Pero el Derecho, como sistema jurídico y por entrar en el campo de las ciencias sociales, permite e impone las interpretaciones, que siempre estarán matizadas, consciente o inconscientemente, por la ideología del sujeto. Por tanto, entre los jueces hay y debe haber contradicciones, como las hay entre los partidos, las empresas y las familias. Y eso es bueno porque la diversidad enriquece.
El doctor Jorge A. Subero Isa, presidente de la Suprema Corte de Justicia, en el recién pasado Día del Poder Judicial declaró que en un régimen de libertades las críticas se admiten cada día más, y que la disidencia es fruto del sistema democrático. Así es.
Es lamentable que quien ejerce la crítica y vive de ella niegue a los demás el derecho a ejercer el criterio. Su pobreza de espíritu lo incapacita para saber que la disidencia es parte de la democracia y que los jueces son entes sociales. No hay democracia sin jueces y sin disidencia cuando es necesaria.
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