Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

¿Trujillo, presidente?.-

La intención del señor Ramfis Domínguez Trujillo de ser presidente de la República, manifestada en su deseo de convertirse en candidato para el 2020, y su condición de nieto del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina, han creado un avispero político.

Son muchos los que se oponen a su inscripción en la Junta Central Electoral como aspirante a la Primera Magistratura de la nación. Lo descartan de antemano por el parentesco con el dictador que dominó con manos de hierro desde el 1930 al 1961 nuestra nación.

Creemos que el señor Domínguez debe de hilar filo en sus aspiraciones. Tiene dos grandes obstáculos que vencer: uno histórico y el otro jurídico.

El histórico, consiste en su ascendencia familiar. Todo su parentesco representa una pesadilla en el imaginario nacional, con bases en la realidad pasada. Su abuelo personalizó todos los vicios y maldades en que podemos pensar.

Desde muy joven fue ladrón y ratero. Hurtaba todo lo que podía, y hasta ganado. Como guarda campestre fue un azote. Como oficial de la armada que recién había creado la tropa norteamericana que mancilló nuestro territorio, con la ocupación del 1916 al 1924, violó a una señora en una iglesia. Se comprobó este acto criminal, y para no afectar la imagen del naciente ejército, se ocultó el hecho.

Luego, para su abuelo convertirse en Jefe de Estado, y consolidarse en el Poder no escatimó ninguna perversidad. Traicionó al presidente reeleccionista Horacio Vázquez, aniquiló a la familia de Virgilio Martínez Reyna, con la esposa embarazada. Asesinó vulgarmente a los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo que cayeron prisioneros. Asesinó, exilió, encarceló, humilló y persiguió con saña a todos los que se opusieron a su despotismo.

Hasta llegó a planificar y ejecutar el horrendo asesinato de las hermanas Mirabal y su chofer Rufino de la Cruz. Ninguna persona podía ser digna ni vivir como sujeto durante su régimen. Todos vivían en la abyección más aberrante. Tenía que llegar, como llegó, el ajusticiamiento.

Hoy, el nieto de Trujillo afirma: “Yo no vengo a ponerme las botas de mi abuelo, y lo digo parafraseando el discurso de Joaquín Balaguer.

Yo no soy responsable de los vicios del gobierno de mi abuelo porque yo no había nacido, por tanto, no se me puede juzgar por esos hechos”. Y en este punto debemos concederle la razón. Él no es legalmente culpable de lo que hizo aquel Calígula que sufrimos. Pero es su talón de Aquiles histórico-político.

En lo jurídico, el señor Domínguez nació en Nueva York, y se dice que posee la doble nacionalidad. Conforme al artículo 20 de la Constitución no puede aspirar a la presidencia de la República.

Tendría que probar que tiene diez años que renunció a la nacionalidad norteamericana y que reside en este país por igual tiempo. Ese es su talón de Aquiles jurídico-constitucional.

Aquí sobran los pichones de trujillitos, y con poder. Temerle a ese nieto es un error. Es el menos peligroso.

El Nacional

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