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Quintaesencia

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Covid-19 y derechos.-

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La pandemia del coronavirus se ha convertido, por sus efectos y rápida propagación, en una verdadera emergencia de gran preocupación internacional. Fue nombrada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como Covid-19. Los expertos afirman que afecta a sus víctimas con la neumonía, síndrome de dificultad respiratoria, fiebre, tos, diarrea, insuficiencia renal aguda, etc.

Las autoridades sanitarias de Wuhan, provincia de Hubei, en China, fueron las primeras en identificar esta seria enfermedad en el año pasado. Ya ha provocado más de 15 mil muertes en todo el mundo y ha infectado a un número que nunca será cuantificado con exactitud.

Hay muchos portadores del virus que no sienten síntomas, que no se hacen las pruebas necesarias para su diagnóstico; pero que constituyen agentes de propagación.

La forma de contagio es por medio de fluidos orgánicos, como gotas de saliva, mientras habla, estornuda o tose la persona enferma. También por tocar objetos o lugares que contengan esos fluidos. Por eso se recomienda, para detener la expansión del germen, mantener una distancia preferiblemente más de tres metros entre las personas, evitar las aglomeraciones y permanecer en la casa.

Y lo peor es que todavía no hay vacuna contra el Covid-19, a pesar de que China, Cuba y Estados Unidos de América anunciaron avances en ese sentido. Los médicos no disponen de medicamentos específicos para combatir el mal. Solo se ocupan de atacar los síntomas para mantener estables los signos vitales, como detener la diarrea, controlar la tos, bajar la fiebre, facilitar la respiración con una cantidad limitada de aparatos respiradores, que no alcanzan para la demanda cada vez más creciente.

La crisis de este azote a la salud ha sido tan severa que se ha especulado que en algunos países se toman medidas del rango de código de guerra: dejar morir a los envejecientes de más de 60 o 65 años de edad o con patologías más graves, para facilitarles los equipos de respiración asistida a los más jóvenes, con menos complicaciones de salud y, lógicamente, con pronósticos de curación.

La gran tragedia de los países afectados por este nuevo virus, que recuerda las siete plagas de Egipto y que nos llega de Oriente a Occidente, como la negación de un nuevo Evangelio, es que no existe en el mundo un sistema nacional de salud que evite su colapso, si no se detiene a tiempo.

Junto al colapso del sistema nacional de salud de los países afectados corre la amenaza de una colosal crisis económica y financiera mundial. Los índices de la macro y la microeconomía se desploman inevitablemente. Las esperanzas globales de crecimiento económico se desmoronan como un castillo de naipes.

El Nacional

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