Página Dos

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La invasión de un ejército imperial  al territorio de una nación pequeña  y soberana queda  labrado en los anaqueles de la historia como violación brutal, abusiva e indigna de un fuero soberano, pero si se responde a ese despropósito como lo hizo el pueblo dominicano, hace hoy 48 años, entonces el episodio pervivirá por siempre en la memoria de la humanidad. El 28 de abril de 1965, el gobierno del presidente de Estados Unidos Lindon B. Johnson dispuso que un ejército de 42 mil marines desembarcara en Santo Domingo con el propósito de aplastar  el movimiento cívico militar en reclamo de la reposición del derrocado gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, por lo que una revuelta civil desatada cuatro días antes se convirtió en Guerra Patria. El Pentágono pretendió apagar por la fuerza las ansias de un pueblo de recuperar la libertad y la democracia represadas durante  31 años de tiranía y  vuelta a cercenar por un incruento golpe de Estado que malogró  el primer ejercicio  democrático tras la decapitación del régimen tiránico. Fue entonces cuando el limitado perímetro físico de Ciudad Nueva se convirtió en el Vietnam del Caribe, donde miles de hombres y mujeres, incluidos soldados y oficiales, resistieron  con valor y honor.

Se requiere

Un acuerdo

El Comité Nacional de Salarios  ha formalizado la convocatoria  a  entidades sindicales y de empleadores para discutir  los montos  de los salarios mínimos que estarían vigentes por los próximos dos años, óptimo escenario para que patronos y trabajadores arriben a  un tipo de acuerdo en torno  a un incremento  salarial justo y razonable. La importancia de ese  anhelado acuerdo radica en que servirá de referencia para un eventual aumento general de salarios, requerido con urgencia por  empleados y trabajadores. Para  poder dinamizar una estancada economía se requiere poner más recursos en manos de los consumidores, lo que  solo se logra a través de un incremento salarial. El nivel del 9% propuesto por la patronal es insuficiente e inaceptable, pero el 30 por ciento a que aspiran las centrales sindicales es exagerado porque  provocaría  despidos masivos y  la sal sería peor que el chivo.

El Nacional

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