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Robo sospechoso

En un momento en que  ha sacado a relucir escándalos de corrupción y nepotismo a través de su programa de televisión, son lógicas las conjeturas sobre el robo en su residencia que ha denunciado la periodista Alicia Ortega. Cierto es que la delincuencia, una acción de la que nadie está exento, se ha colocado a  la orden del día. Pero tampoco se puede obviar que el robo en la casa de la  productora y conductora de “El informe con Alicia Ortega”, que se transmsite por Antena Latina, coincida con el escándalo sobre el “barrilito” de 17.3 millones de pesos mensuales que opera en el Senado. El hurto tiene perfiles misteriosos. Rufianes llamaron por teléfono a la doméstica de la casa para, sobre la base de un supuesto accidente que habían tenido Alicia y su esposo Fernando Hasbún, en que murió un hijo del matrimonio de 11 años de edad, obligarla a que les entregaran una caja fuerte que contenía joyas y documentos. Pero resultó que las prendas eran de poco valor. Tras ocurrirles como al que va por lana, los ladrones que cargaron joyas de poco valor de la residencia de la periodista Alicia Ortega han optado por la intimidación. Puede que sólo se trate de la delincuencia común que arropa al país, pero tampoco nada se puede descartar.

Frente al narco

El operativo durante el cual fueron confiscados los 4.6 millones de dólares provenientes del narcotráfico ha evidenciado la magnitud de una operación que desde hace tiempo suena la alarma. Como asesor antinarcótico del Poder Ejecutivo, el doctor Marino Vinicio Castillo ha propuesto censar a la comunidad colombiana establecida en República Dominicana. Sin embargo, bajo el alegato de que la droga no llega sola, el padre Wilfredo Montaño, párroco de la iglesia de Capotillo, considera que se debe investigar a quienes vigilan los muelles y aeropuertos.  Tanto la de Castillo como la del padre Montaño son dos propuestas que, en el fondo, traducen la preocupación frente al auge del narcotráfico. Los hechos son para que se actúe sin reparos ni contemplaciones. Demostrado está que el narco no es un juego de niños y que el territorio, sin falsas alarmas, está invadido de drogas por los cuatro costados. Al margen de cualquier otra medida es obvio que se requiere de más vigilancia.

El Nacional

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