Nadie en su sano juicio puede entender las razones por las que el Gobierno se obliga a subvencionar con más de mil 800 millones de pesos anuales a los concesionarios de la autopista del Nordeste, construida alegadamente con una inversión de 151 millones de dólares, quienes además de recibir esa fortuna de dinero, cobran los peajes más caros de todo el sistema vial por 30 años.
Esa obra fue construida por la empresa colombiana Autopista del Norte bajo contrato de concesión administrativa del régimen de peaje, pero sus operadores alegan que el dinero recaudado no es suficiente para recuperar su inversión en el tiempo previsto, por lo que sólo en 2012, el Gobierno tuvo que entregarle la friolera de RD$1,838.2 millones, un subsidio anual que se repetirá por 30 años.
El ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, ha anunciado que el Gobierno estudia renegociar el contrato de marras, con la finalidad de defender los intereses nacionales. Resulta que el flujo de vehículos por esa vía que comunica al Gran Santo Domingo con el Nordeste, porque es muy elevado el valor que los conductores deben pagar en las diferentes estaciones de peajes instalados en esa autopista, pero al Gobierno corresponde pagar los platos rotos por esa extraña forma de concesión.
Incendio
pavoroso
El incendio que destruyó las instalaciones de Ferretería Popular en la autopista de San Isidro causó pérdidas por superiores a los cien millones de pesos, según informó su gerente general, Andrés Cabrera, lo que refleja la magnitud de ese percance que afecta a uno de los más emblemáticos negocios ferreteros del país.
Las brigadas de bomberos que acudieron a sofocar el incendio evitaron que las llamas se propagaran hacia un residencial vecino, por lo que se evitó saldos de muertos y heridos.
Tan lamentable suceso supone una nueva advertencia sobre la necesidad de equipar debidamente a los cuerpos de bomberos de todo el país. Hay razones de sobra para dar por seguro que la Ferretería Popular se recuperará de este penoso accidente y que su tienda volverá a abrir al público más temprano que tarde.