Mirando el panorama del deporte nacional en los actuales momentos, no puedo esconder, que genera en mí serias y profundas preocupaciones.
Darme cuenta cada vez que el país necesita del concurso de sus mejores peloteros para representar a este pueblo
en certámenes grandes,
y en donde debemos
demostrar nuestra condición de potencia en cuanto a la producción de
jugadores del más alto
nivel, es algo que me mueve a reflexión.
Ver una nuevas autoridades deportivas que
no acaban de arrancar
y que utilizan el tiempo en desmontar la estructura dejada por el anterior ministro, cancelando íconos del deporte nacional, ausentes
en las inauguraciones
de las principales actividades y sin un plan
visible que muestre
hacia dónde van sus
ejecutorias, me abruma
e inquieta.
Las actitudes que se adoptan frente a los atletas de alto rendimiento como la gimnasta Yamilet Peña, a quien luego
de utilizar como medio
de promoción
para lograr propósitos
la abandonan a su suerte para que siga un proceso precario de preparación que estanca su avance, me causa mucha indignación.
Que por el total abandono en que se encuentran las mayoría de las instalaciones que se han construido para la celebración de los juegos Deportivos Nacionales, se ahoguen niños en lo que fueron piscinas y los espacios verde sirvan para que los animales pasten y hagan sus necesidades, la rabia haga
acto de presencia en mí.
Que clubes emblemáticos de sectores populares como Villa Francisca y San Carlos, que trabajan para combatir los vicios y la delincuencia con la práctica del baloncesto y otras disciplinas, estén mendigando para que se le reacondicione su planta física y sus clamores
se pierdan en el desierto, también me decepciona.
Que en momentos en que el voleibol femenino adquiere niveles mundialistas, haya desaparecido
el torneo en ambas ramas de mayor nivel en el país como fue el distrital,
sin que hasta el momento
se digan los motivos
ni las causas que procura sepultar, entre otras cosas, tanta gloria de clubes como Mirador y Bameso, me genera mucha impotencia.
Que deportes como el
ciclismo sólo se sienta
cada año con la realización de la Vuelta Independencia Nacional
y conflictos entre dirigentes y atletas, y que el velódromo pase gran parte del tiempo durmiendo
un sueño eterno ante la ausencia de actividades, me provoca un sentimiento de desesperanza.
Y tanto que se habla,
se promete y se alardea cada vez que se aproxima un gran certamen Centroamericano, Panamericano o universal, para
al final seguir montado en el mismo vehículo
de la indiferencia, la
dejadez y la incapacidad.