El pasado fin de semana leí el artículo El lado oscuro de las redes sociales publicado en El Caribe, acerca de ese relativamente nuevo medio de interacción a través del Internet, que se ha convertido en la espina dorsal de la cybervida (o la vida completa) de muchos en esta impersonal era de la comunicación. El artículo parecía centrarse en el efecto que sobre la vida laboral podría ejercer la información que se facilita en Internet, y entiendo que quedó muy corto al definir el lado oscuro.
Como nacido y criado en la era digital, llegué a tener cuentas en las redes sociales más populares como en su momento lo fueron hi5 y MySpace, y posteriormente en el Facebook y Twitter. Compartía fotos, comentarios, mensajes privados y hacía un sinnúmero de cosas con amigos y conocidos a través del Internet, hasta que me vi forzado a cerrarlas todas y huir despavorido de ese mundo.
En ese tiempo sentí cómo gran parte de las cosas que hacía e incluso comentaba eran monitoreadas por tanta gente. Me encontré teniendo que rendir cuenta a muchos sobre comentarios que hacía y fotos en las que aparecía, al mismo tiempo que me convertí víctima de chismes y rumores que terminaron por afectar mi vida personal.
En ese tiempo comprendí la importancia del derecho a la privacidad reconocido expresamente en las democracias más desarrolladas, y me convertí muy celoso tratando de protegerla.
A raíz de ese recelo por mi privacidad, y sobre todo mi paz, cancelé mis cuentas, y reduje a la mínima expresión mi presencia en el Internet. Sin embargo, eso no impidió que a través de las mismas redes sociales se siguiera infringiendo mi privacidad, cocinándose chismes y creándome conflictos por fotos que amigos o conocidos habían subido sin mi conocimiento, lo que finalmente me obligó a solicitarles que se abstuvieran de subir cualquier imagen en la que siquiera figurara mi sombra.
Mucha gente ha sacado provecho y ha disfrutado mucho de esa exposición de sus datos. Esas redes no son inherentemente malas, pero la mía tampoco es una experiencia única. Otros han pasado por lo mismo. A final de cuentas siempre depende que tanto cada quien valora su privacidad.
Sin embargo, es importante que todo el que tiene cuentas en eso comprenda que es muy fácil acceder a la información, sin importar las barreras y seguros de privacidad que se ponga, y que se está haciendo más frecuente el uso para fines inapropiados de la información que se hace disponible por Internet, desde para acoso hasta para secuestros.
Luego de liberarme del sofocante ajetreo de las redes sociales he vuelto a estar en paz a pesar de que nunca me entero de las actividades, ni de cumpleaños, ni de quien dejó a quien, o si a fulano le gustó el último CD de Arjona, o si fulana se metió en amores con fulano y demás pendejadas.
Lo mejor que he sacado de las redes sociales es que he aprendido a valorar lo mío y la importancia de que no todo el mundo tiene porqué enterarse. Gracias a la tecnología, cualquiera que se desee enterar ya sabe que estoy a la distancia de una llamada por el celular.