Si el gobierno de facto de Honduras se digna en permitir una salida decorosa del presidente Manuel Zelaya, mañana lunes se escenificaría en Santo Domingo un intento serio por conjurar la crisis política que abate a esa nación, con el diálogo directo entre el depuesto jefe de Estado y el electo mandatario, Porfirio Lobo.
La mediación del presidente Leonel Fernández, quien este domingo sostendría un encuentro con Zelaya, será determinante, pues es hoy el dignatario latinoamericano que mejor puede desempeñar ese papel, dado que la Organización de Estados Americanos (OEA) ni Washington son ya interlocutores válidos ante el resto de los jefes de Estado de América Latina.
El presidente Fernández ha dicho que sostiene consulta con la mayoría de los Presidentes de la región, quienes respaldan su gestión de mediación y consideran además que un encuentro cara a cara entre Zelaya y Lobo sería la vía más adecuada hacia una salida al laberinto de la crisis.
Aunque ese encuentro entre el presidente derrocado y otro elegido en comicios montados por el golpismo, despierta interés y esperanza en el continente, las expectativas de éxito se disminuyen al conocer el precedente de la gestión mediadora del Premio Nobel y presidente de Costa Rica, Oscar Arias, que concluyó en frustración o desengaño.
No obstante, el presidente Fernández tiene a su favor que en el pasado reciente pudo evitar una conflagración mayor entre Venezuela, Colombia y Ecuador, al conjurar mediante el diálogo entre los Presidentes de esas naciones el conflicto diplomático surgido por la incursión del ejército colombiano en territorio ecuatoriano.
Con respecto al conflicto hondureño, Latinoamérica tiene razón para conceder espacio mayor al escepticismo, pues la claque cívico militar que perpetró el golpe de Estado contra Zelaya, a pesar de recibir el repudio unánime de la comunidad internacional, incluido Estados Unidos, finalmente recibió la bendición de Washington.
Los votos son para que el presidente Fernández, con el respaldo de los Presidentes de la región, logre algún acuerdo honorable o digno, no sólo para el destituido mandatario, sino para la estuprada democracia de Honduras, cuya desgracia de hoy se asemeja tanto al drama dominicano de 1963 que desencadenó en guerra civil e intervención militar estadounidense de 1965.