Resolver el problema de la violencia de género en nuestro país supondrá modificar o arreglar aspectos que lucen inherentes a la sociedad que nos hemos creado. Desde la calidad de la educación y el empleo, hasta el sexo entre adultos y menores y el controvertido aborto, todo se conjuga en una serie de problemas que deben ser enfrentados para quizás a largo plazo reducir de forma significativa los asesinatos y agresiones a las mujeres, que hoy vivimos como una verdadera crisis.
La cantidad de adolescentes embarazadas es significativa, y aunque no se ha realizado un estudio creíble que determine la edad de los padres, es probable que una alta proporción sean mayores de edad. El sexo entre hombres adultos y muchachas menores, es algo que raya en lo cultural aunque es penado.
Un embarazo a temprana edad deprime la capacidad de una mujer para estudiar de forma estable y lograr independencia económica plena.
Este tipo de violación, donde un adulto tiene relaciones consensuales o no con una menor de edad solo es perseguida, pobremente, si es denunciada por los padres de la menor, y rara vez es penalizada. Esto sumado a la prohibición recalcitrante al aborto, forman parte del caldo que nuestra sociedad crea para fortalecer las causas que crean futuras víctimas de agresiones de género.
La necesidad de la educación no es per se para informar en nuestras escuelas sobre la violencia de género. La relevancia de la calidad de la educación tiene dos vertientes, desde el punto de vista del hombre, una educación buena le pudiera abrir puertas a mayores ingresos y, por ende asumiría un costo sensiblemente mayor al incurrir en actos violentos. Desde el punto de vista de la mujer, la educación representa el acceso a mejores posiciones laborales y la plena independencia económica, por lo que el costo de abandonar o denunciar a un hombre violento le resultaría sensiblemente menor.
La violencia de género comparte su raíz con muchos de los problemas que siguen afectando a nuestro país. Que campañas de concientización logren reducir su incidencia, es poco probable. El problema no es que los hombres no entiendan que golpear a una mujer es malo, el verdadero problema es que los dominicanos, como sociedad, no entendemos que la violencia no soluciona nada.
Los dominicanos idolatran la violencia, la reclaman como solución a problemas, la usan en cada bocinazo en un tapón, en el volumen al hablar, en la forma de saludarnos y hasta en la forma de piropear. Esto, que es la raíz del problema, tardará mucho tiempo en corregir, sin embargo, una persecución efectiva de los adultos que tienen sexo con menores de edad y permitir que de forma segura las adolescentes puedan interrumpir embarazos no deseados, pudieran tener un impacto significativo y a menor plazo en un problema que lentamente ha ido degenerando en crisis social y que estará con nosotros por generaciones.