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Teatro comercial de calidad

Teatro comercial de calidad

Hablar de teatro, un género artístico generalmente marginado, es interesante, sobre todo en tiempos del dios Internet y del monstruo Netflix. Si el cine actualmente está en crisis, es bueno especular qué ocurre con el teatro.

Conforta conversar con un artista como Radhamés Polanco, quien en esas lides ha echado los dientes, y que con tanta naturalidad muestra las fauces. En la tríada actor-director-dramaturgo sostiene su sólida trayectoria.

Tiene licenciatura, doctorado, premios nacionales, muchas tablas, pero sin embargo, cuando los menciona echa el alarde a un lado.
Conversamos en un autobús uasdiano en marcha, música alta de fondo, que él manda a bajar con autoridad y la naturalidad del que está acostumbrado a dar órdenes: “Baja la música que me están haciendo una entrevista”.

Una vieja tesis de que al teatro en el país va un escaso público, él empieza por desmitificarla. “La percepción de que al teatro ahora va menos gente es totalmente equivocada”, dice. Y no es una apreciación que la suelta para dejarla huérfana. Ofrece números, habla con firmeza, con un poco de historia política la mezcla.

Para Polanco el público hay que trabajarlo. El de ahora es distinto. El de antes estaba anclado en preocupaciones sociales, “surgido después de un periodo de grandes restricciones como el de los “doce años” de Balaguer. Y no se le aprieta el pecho para asegurar que aquel fue un arte y un público hecho a partir de ciertos compromisos sociales y políticos.

El de ahora es un teatro que se profesionalizó. A juicio de Polanco, ahora en teatro está el que ama el teatro, aquel brazo de tendencia social quedó por suerte, mutilado. “Ahora hay más teatro y más opciones teatrales, antes habían cuatro gente que hacían teatro, hoy habemos cuarenta”, dice.
Rememora Polanco que hubo un tiempo en que en las universidades existía una mística por este género. Pero que al democratizarse, empezó a esfumarse, y dice que antes eran la PUCMM y la UNPHU las líderes del teatro. “En la PUCMM se celebraba un simposio de teatro todos los años”.

Pero ya eso es historia, aunque reconoce que fue una época dorada, donde los directores eran gente con formación política, artística, marxista, muy preparada. Y algo que matiza: “Esa gente que dirigía no estaba cansada, la pasión lo dominaba. Si eran viejos estaban convencidos estética, política y socialmente”.

Menciona a Haffe Serulle, Iván García, Rafael Villalona. Los ubica como gente de raza en teatro.

SFM. Su actual andanza en San Francisco de Macorís, la explica. Se cuece actualmente una iniciativa de que la UASD y ese recinto instituyan la carrera de arte, ya que la educación artística vendría a llenar un vacío. Pone como ejemplo la Tanda Extendida, donde actualmente no se da arte y donde no hay profesores para suplir esas plazas. Precisamente, esa carrera, vendría a ser una fábrica de profesionales para insertarlos en el sistema educativo.

Y si hay algo que enoja a Polanco, y que le saca el Mefístoles que todos tenemos dentro, es cuando observa desde su labor como profesor de actuación que alguno de sus alumnos está haciendo algo mediocre o está torciéndose para atrapar o recostarse en un cliché, en lo manido.

Les dice: “Miren, no repitan nunca cosas manidas, invéntense la vida, hagan algo nuevo, la zona de confort abandonen”…
Con algo es implacable: hay que producir teatro de calidad, dice con un ímpetu que anda a la mediocridad en todo momento escupiendo.

Para Polanco el teatro se ha aburguesado, pero entiende que se puede hacer un teatro comercial de calidad, y está dispuesto a dar la pelea, y la muestra es que acaba de montar “La pasión cantada de Jacobito Lara” (el efebo que se hizo célebre al darle tiro a Lilís, y posteriormente un preso común al asesinar a su amada). La hizo en tiempo récord, las reseñas periodísticas denotan que, respecto a Polanco, el león es tan fiero como lo pintan…
El autor es escritor.

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