El Fondo Monetario Internacional (FMI) persiste en recetar a la economía dominicana nuevas dosis de reforma fiscal, incremento en la tarifa eléctrica y flexibilidad cambiaria, para mantener sostenibilidad fiscal, reducir la deuda pública y absorber choques externos, remedios que suele suministrar en forma desproporcionada y con riesgos de provocar convulsiones sociales.
En esas recomendaciones del Directorio del FMI, que se corresponden con las conclusiones de las consultas sobre el desempeño económico y fiscal de 2102 que concluyó a finales de enero de 2013, se insta a las autoridades a aplicar políticas macroeconómicas sólidas y a impulsar reformas estructurales para corregir desequilibrios fiscales y externos.
El Gobierno parece compelido a promover una segunda reforma tributaria que tendría la finalidad de reducir enormes exenciones fiscales, única vía posible para disminuir el nivel de déficit fiscal consolidado que se sitúa en 8,5 % del Producto Interno Bruto (PIB), producido por una combinación de debilidad en los ingresos e incremento en el gasto primario.
Esta vez, el FMI parece convencido de que una posible reforma tendría que enfatizar el lado del ingreso y no del gasto público, pues de otra forma seria intentar de nuevo enseñar al burro a no comer a sabiendas de que el animal moriría por inanición.
Con respecto al tema eléctrico, el gendarme internacional insiste en atacar el problema solo por el lado de la tarifa, sin pretender tocar siquiera con el pétalo de una rosa, la evidente situación de inequidad y desproporcionalidad que representan los contratos que sustentan los elevados precios de generación eléctrica.
Por suerte, las autoridades dominicanas han escogido el camino alterno de incrementar la oferta energética a través de la construcción de nuevas plantas de generación que suplan más de dos mil megavatios adicionales con lo que se procura contrarrestar el oligopolio que domina a la industria eléctrica.
El Gobierno debería atender muy seriamente el alerta del FMI respecto al riesgo a la baja en los indicadores macroeconómicos a causa de la vulnerabilidad interna y la incertidumbre global, pero ha de ser muy cauto al escuchar y acoger la velada recomendación de que se deje flotar el dólar o el tipo de cambio, porque en las actuales circunstancias, el remedio sería peor que la enfermedad.
Ese diagnóstico del Fondo Monetario no tiene ribetes de catastróficos, pero sí severas advertencias en torno a la necesidad de encaminar medidas económicas, monetarias y fiscales que blinden la economía dominicana sobre efectos de la crisis global, reduzcan el nivel de deuda pública, afronten la crisis eléctrica y provean sostenibilidad fiscal. Lo aconsejable sería tomar y dejar.