El presidente Danilo Medina ha hecho bien al revocar el intempestivo aumento en la tarifa eléctrica residencial dispuesto en la víspera por la Superintendencia de Electricidad, sobre cuyo contenido y alcance el mandatario fue bien informado, según explicó el ministro administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta.
Al jefe de Estado se le habría dicho que ese aumento entre un 1% y un 4.2% no constituiría una nueva carga para la población, porque supuestamente tendría efecto neutral o de rebalanceo, pero la verdad es que en términos matemáticos significaba un alza en el pago del recibo de luz.
Es difícil entender que una decisión de esa naturaleza no haya sido debidamente explicada al Presidente ni que se informara sobre su aplicación al vicepresidente ejecutivo de la Corporación de Empresas Eléctricas Estatales, a quien se supone coordinador del sector eléctrico oficial.
Puede decirse que con su decisión de revocar ese aumento, el presidente Medina sofocó un posible conato de incendio social que pudo causar tal insensatez anunciada de manera sorpresiva el primer día laborable del mes y tres días después de otro incremento en los precios de los combustibles.
No se niega valor a los argumentos legales esgrimidos por la Superintendencia de Electricidad para pretender unificar las tarifas eléctricas residenciales y las de pequeños negocios, pero es menester insistir en que esa iniciativa fue inoportuna y unilateral.
El sector eléctrico representa hoy el mayor problema del Gobierno, sector productivo, población y de la economía, pues su operatividad acusa un déficit ascendente a más de mil 300 millones de dólares anuales, sin que esa exorbitante suma de dinero significa nada para poder abordar algún tipo de solución a esa dilatada crisis.
Lo peor del caso es que el ensamblaje legal que norma las relaciones entre los intervinientes en la industria eléctrica pone a cargo de las distribuidoras de
electricidad, de propiedad estatal, todas las pérdidas que genere el sistema y al sector generador como beneficiario de toda la rentabilidad, lo que convierte al negocio eléctrico en único en el mundo donde el Gobierno siempre pierde y el inversionista privado siempre gana.
Lo ocurrido con el extraño aumento de la tarifa eléctrica residencial, que el Presidente, sabiamente dejó sin efecto, demuestra que en el sector eléctrico oficial la coordinación o información fluida es precaria y que posiblemente sus funcionarios levanten una Torre de Babel.