Opinión

Trujillo es imborrable

Trujillo es imborrable

Son muchas las personas, incluyendo intelectuales de gran nivel académico, que creen que las grandes personalidades que inciden en los acontecimientos de los pueblos, se forman en el mismo momento de su actuación como actores políticos. Y no es así. Las sociedades van creando condiciones objetivas y subjetivas, que crean un molde especial para individuos que reúnen todas las condiciones en el sentido amplio de la palabra, para dirigir esas sociedades, con todas sus consecuencias. Y ésto, a veces tarda cientos de años. 

No estoy compartiendo el criterio del español  Gaspar Melchor de Jovellanos, cuando decía que » los pueblos tienen los gobiernos que se merecen». Jamás, sería una manera muy simplista de analizar las sociedades.

En el caso de nuestro Trujillo, y digo nuestro, porque nadie, por más resentimientos que tenga, puede borrarlo de nuestra memoria colectiva, se dan condiciones para que los dominicanos aún lo mantengan como punto de referencia. Lo cierto es que, después de 52 años de su ajusticiamiento, en la República Dominicana, se están discutiendo los mismos temas nacionales, con el agravante de que el dictador los trató con más eficacia y responsabilidad social.

No es un invento.  Todavía los políticos dominicanos discuten sobre el Estado de derecho, la educación, la alternabilidad del poder, los problemas dominico-haitianos, el culto a la personalidad, la corrupción administrativa, la injerencia de Estados Unidos, el orden público y el interminable tema de la pobreza, que, con la llegada de la postmodernidad, ha pasado a ser hiperpobreza.

Comprendo que  muchas familias dominicanas tienen razones valederas para aborrecer al dictador dominicano. Lo que no podemos apoyar es que,  bajo ese resentimiento, se quiera impedir que los niños y jóvenes conozcan cabalmente a una de las figuras más trascendentes de la historia dominicana y de Hispanoamérica.

A pesar de la sangre derramada, de los crímenes horrendos, de la malversación de fondos, del imperdonable asesinato de las Mirabal, del inextinguible dolor que causó a la familia dominicana, Trujillo sigue siendo tan nuestro como el peso dominicano y el Banco Central de la República Dominicana.

La obligada introducción, fue para significar que resultaría una insigne estupidez, recurrir a la famosa ley 5880 de 1962 que prohíbe la exaltación de la Era de Trujillo. Lo que muy bien podría hacer el Ministerio Público es motivar a los estudiantes para que investiguen ese interregno de nuestra historia y puedan hacer sus propias conclusiones, pues todos los regímenes políticos están cargados de yerros y aciertos y el del hijo de San Cristóbal  no es la excepción.

Un buen ejercicio democrático sería que tengamos el Museo de la Resistencia, pero también, el museo de la dictadura, para que nuestros jóvenes comparen y obtengan sus propias convicciones. Nada ganamos con el silencio.

El Nacional

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