Opinión

¿Un Obelisco Indígena?

¿Un Obelisco Indígena?

Celebro que la lluvia haya impuesto una pausa en el devenir pictórico nacional, porque quizás ella permita que se puedan hacer a tiempo algunas observaciones sobre “un mural gigantesco en honor a las Hermanas Mirabal, que cuenta con el respaldo del Grupo Progreso”, del artista Dustin Muñoz.

Celebro también que este artista, a quien no conozco, haya logrado el auspicio de una institución bancaria para realizar sus sueños, práctica necesaria en los artistas dada la precariedad del medio para apoyar proyectos editoriales, musicales, pictóricos,  o de otra índole.

Leí en Observatorio, en el Areito del sábado pasado, una reseña sobre el obelisco y su dedicatoria al 50 aniversario del asesinato de las hermanas Mirabal.  Confieso que la primera vez que logré divisar una figura, la que se nos atraviesa yendo de la zona colonial hacia San Cristóbal, pensé que se le hacía un homenaje a Anacaona, primera figura importante femenina en la historia dominicana. Luego, cuando ví el boceto con el lateral oeste, donde “tres mujeres cortan el hilo del destino de sangre, miedo y horror de 31 años de dictadura”, volví a ver una indígena  concluyendo la acción de las dos primeras hermanas y pensé que el artista estaba estableciendo una relación entre Minerva y Anacaona, lo cual me pareció poético y  original. 

Empero, cuando observé el lateral sur, donde “una mujer toca a flauta un himno en homenaje de la participación de las mujeres en la lucha por la libertad, la justicia y la paz”, y reaparece una indígena tocando la quena, me pregunté si estaba frente a un mural boliviano o ecuatoriano, ya que no aparece por ninguna parte la presencia de la mujer mayoritaria de esta isla:  la mulata, y mucho menos la presencia de las negras.

Y resulta que este es precisamente el año que la 64ava Sesión de la ONU ha declarado como Año de las Comunidades Afrodescendientes, con un énfasis particular en el reconocimiento de las mujeres negras, que en este país comienza con Salomé Ureña de Henríquez (por más esfuerzos que han hecho para “indializarla” o blanquearla), María Trinidad Sánchez, Juana Saltitopa, Evangelina Rodríguez o Ercilia Pepin, para solo mencionar cinco ejemplos históricos relevantes.

Aunque sabemos que el mural se proyectó para el año pasado, quizás estemos a tiempo de introducir en este bosquejo a las mulatas y negras, y desde luego el tambor, las maracas o la pandereta que tanto se utilizan en la música popular, a partir del reconocimiento de que en esta isla ya no hay indios, y mucho menos que el indio es una categoría racial, como decía mi cédula de identidad donde escribieron “india clara”.

Asi, todos los niños y niñas que visiten el obelisco “macho”, verán que esta isla es un crisol de razas, y que cada una ha hecho sus aportes a la gran nación que aún estamos construyendo.

El Nacional

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