El Versainograma a Santo Domingo no es su su mejor poema, pero es inocultable la grandeza. Pablo Neruda, el más importante poeta de habla hispana del siglo XX, chileno y latinoamericano, internacionalista y visionario, se refiere en estos términos al dominio imperialista: …el asesino es fuerte/ pero a la larga vencerán los pueblos.
Hace hoy 36 años, el cáncer, la tristeza y la indignación, interrumpieron el latir del corazón del poeta. Y su nombre se unió entonces al de Recabarren, fundador del Partido Comunista de Chile, su antecesor en el ideal de justicia y redención. Y su acento encontró al de Walt Whitman, el estadounidense que lo llevó de la mano a buscar la poesía entre la condena a la esclavitud, la naturaleza pródiga y la vida cargada de emociones y ritmo.
Recordar al poeta, es sentir su canto militante: Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra, sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos…. (Discurso al recibir el Premio Nobel).
Honrar al poeta, es reclamar respeto por la dignidad de estos pueblos, destinados a vencer, pero aún pisoteados.
En su Chile, hace apenas 10 días, la represión disfrazada y la marginalidad no reconocida convirtieron la protesta contra la ultraderecha en el 36 aniversario del golpe de Estado que sacó de La Moneda hecho cadáver al presidente Salvador Allende, en escenario donde se perdieron tres vidas. Hubo heridos y detenidos.
En 1973, Neruda expresó su indignación por la destrucción que causó el plomo de los militares de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile. En este momento, es preciso recordar a la presidenta Michelle Bachelet que en la gente del pueblo que protesta reside la memoria de Chile, pero también la esperanza. ¿Con qué derecho se lastima a esa gente? ¿Con qué derecho se le mantiene excluida?
El intento de lavarse las manos es otra traición a Chile, imputable al Gobierno de Chile y a su presidenta. La derecha que dirigió el golpe militar aspira a retomar el control del Estado, y es preciso señalarla con el dedo acusador. Es traidora por su origen, por su definición y por su esencia misma. En las decisiones que afectan a los pueblos, la neutralidad no existe.
¿Cómo no evocar al poeta con la fuerza que él reconoció en esta América irredenta, cuando el apetito imperial impulsa a los neocolonialistas a terminar de convertir a Colombia en una Israel de esta región con el asentamiento de equipos bélicos, militares, mercenarios y espías estadounidenses en siete bases militares? La barbarie es mucha, pero de los pueblos será la victoria, poeta.