En el momento de presentar su programa para el periodo 2013-2019, conocido como Segundo Plan Socialista, el comandante Hugo Chávez expresó estas ideas lapidarias:
No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.
Este es un programa que busca traspasar la barrera del no retorno.
Para explicarlo con Antonio Gramsci, lo viejo debe terminar de morir definitivamente, para que el nacimiento de lo nuevo se manifieste en toda su plenitud.
La coherencia de este Programa de Gobierno responde a una línea de fuerza del todo decisiva: nosotros estamos obligados a traspasar la barrera del no retorno, a hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo
Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.
Ahí está, a mi modo de ver, la clave y el reto fundamental de la dirección del proceso revolucionario y del accionar del pueblo venezolano en el periodo que ya se inició cargado de complejas y delicadas tensiones, agravadas por los problemas de salud que afectan al imponente líder socialista-bolivariano, ya en tren de acuerdo a recientes informaciones oficiales- de una nueva y deseada recuperación.
La dilación de esas transformaciones -sin negar los grandes logros sociales- ha determinado no solo la pervivencia del capitalismo (estatal y privado), del rentismo, la corrupción y cultura burocrática en grados ya inaceptables para avanzar hacia el socialismo, sino también la recuperación política de las derechas y su relativo crecimiento electoral; alimentadas por las relaciones de propiedad y mercado y el poder mediático, prevalecientes todos bajo tutela imperial.
Estos próximos años lucen decisivos y desafiantes para golpear a fondo la posibilidad del retroceso y arrancar de raíz las bases materiales y culturales in situ de la contrarrevolución interna y externa.