El 2015, que expira esta medianoche, deja un gran lienzo negro sobre una vasta geografía del enfermo planeta que también hereda de su calendario guerras, terrorismo, intolerancia, represión, crisis económica y exclusión social.
Fueron la mayoría de sus días y meses tiempo aciago para los cinco continentes, naciones grandes y pequeñas, unas que padecieron crack financiero y las otras que incrementaron sus inventarios de miseria y hambre.
Lejos de concluir, en 2015, los conflictos del Golfo Pérsico, Medio Oriente y de la sufrida África, con su fallida “Primavera”, se agravaron, como si se colocaran en una espiral sin retorno.
Europa no es ni será igual después de esta medianoche porque su otrora proyecto de unidad territorial, monetaria y política, se transforma en una gran alambrada que intenta frenar el éxodo de millones de almas que huyen del infierno terrenal.
Este agónico año contagió con su desgracia visceral a una América Latina que en 2014 entonaba canciones de progreso en un karaoke colectivo de crecimiento económico, interrumpido por la repentina enfermedad de la economía china, que motivó también el ingreso de las finanzas de Brasil, Argentina y Venezuela a la sala de cuidados intensivos.
Desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia, solo las economías de Panamá, Bolivia y República Dominicana respiran libremente, con tasas de crecimiento muchas veces mayor al promedio de la región, que en 2016 será de apenas 0,2%.
En sentido general, 2015 no ha sido un mal año para la patria de Duarte, que aun así ha padecido particulares dolencias en los ámbitos social e institucional, pero su esqueleto económico se diagnostica sano y en crecimiento, con advertencia de mantener estricta vigilancia a su macroeconomía, especialmente lo relacionado con el déficit fiscal y el endeudamiento público.
El Nacional desea que el Altísimo colme de bendiciones a todos los dominicanos y que el 2016 arribe con una carga de bienaventuranza y progreso para este pueblo generoso y solidario y para todos los pueblos del mundo.