Con el voto mayoritario de todas las bancadas, la Asamblea Revisora acogió ayer en primera lectura la propuesta del Poder Ejecutivo de modificación del artículo 30 de la Constitución de la República emanada sobre el derecho a la vida, al que se le insertaría la expresión de que es inviolable desde la concepción hasta la muerte.
Sin emitir juicio de valor sobre el criterio de que ese agregado representa un severo retroceso democrático o de que asesta golpe definitivo a corrientes locales que pregonan por la despenalización del aborto, se deplora el papel de subordinación y oportunismo asumido por la clase política ante un tema polémico y trascendente.
Los partidos de la Liberación (PLD) y Revolucionario (PRD), supuestos enclaves liberales de la sociedad nacional, desempeñaron en el debate sobre ese polémico tema un infeliz papel de borregos de agendas ajenas, con indecoroso e inocultable temor de sufrir flagelaciones electorales.
Es preciso señalar que la inserción en el texto constitucional referido a la inviolabilidad de la vida, de que la existencia se presume a partir de la fecundación del óvulo, no ata al legislador para estatuir sobre la despenalización del aborto terapéutico o casos excepcionales como la concepción generada por la violación o el incesto.
Lo que se censura es la manera precipitada, superficial y excluyente que matizó la discusión en torno a una propuesta del Poder Ejecutivo, que ha dividido a la sociedad, sin poder alcanzar un deseado estadio de consenso en el que prevalezca la voluntad del constituyente sobre el derecho a la vida, sin colisionar con sólidos argumentos científicos o de derechos inalienables de la mujer.
El constitucionalismo moderno se inscribe en la tendencia de acercar los preceptos cristianos con el rigor de la ciencia, basados en valores éticos y morales sustentados en la fe y en verdades comprobadas en laboratorios o reflejadas en el derecho positivo. Por tanto, bien pudo articularse en ese apartado constitucional una redacción garantista del sacrosanto derecho a la vida de la persona humana con alcance global.
Los partidos políticos con representación mayoritaria en la Asamblea Revisora asumieron posiciones filisteas, que constituyen hoy motivo de vergüenza e indignación colectiva, porque declinaron representar voces disidentes por injustificado miedo a los altares.
Toca al legislador ordinario subsanar en lo posible la irresponsabilidad del constituyente y retribuir o restablecer derechos conculcados en base a incontrolables presiones y mal disimulada extorsión, aun cuando nunca estuvo en duda ni juego que la vida se inicia en la concepción o cuando la criatura se define como viva y viable.