El columnista se tomará unas vacaciones, pero desea mantener el contacto con ustedes, apreciados lectores. Para ello se publicará en fragmentos la conferencia que con el título Poética de los Evangelios, pronunciara el 30 de noviembre de 2009 en el salón de actos de Librería Mateca.
El discurso de Jesús está empapado de poesía, paralelamente con su mensaje espiritual de redención corre una forma de expresión que se diferencia de la forma común de hablar, lo cual es precisamente el elemento constitutivo básico de la creación literaria.
Esta exposición se basa en una reflexión acerca del uso del lenguaje por parte del maestro de Galilea, partiendo de que introdujo en sus palabras énfasis y fervor tales que muchos de quienes lo oyeron llegaron a comentar que nunca oyeron hablar a alguien así.
La expresión aparece en Juan 7,46 donde se relata que unos alguaciles recibieron órdenes de apresar a Jesús y llegaron con ese fin al sitio donde se encontraba, pero se fueron donde quienes los habían enviado y como excusa por no haberlo aprehendido respondieron: Jamás hombre alguno habló como éste.
Hay misterio y extrañeza en su lenguaje y resulta inocultable el toque de fingimiento retórico y la recurrencia a figuras literarias para dar fuerza a la expresión, para impresionar, para explicar o para rechazar planteamientos o estratagemas de los adversarios, en una atmósfera muy hostil políticamente como en la que le tocó ejercer su ministerio. Misterio y extrañeza son componentes activos de la literatura de creación. Posiblemente Jesús no se propuso elaborar un discurso literario con el fin expreso por el que se mueve este quehacer, que es provocar emoción o placer estético.
Pero la realidad comprobable es que los cuatro relatos que narran su vida y su predicación recogen verdaderas joyas en la formulación del discurso, desde el punto de vista estructural. El lenguaje en imágenes de Jesús, como ocurre con los textos revestidos de poesía, ha provocado tropiezos a más de una persona, no sólo siglos después al leer las escrituras de los evangelistas, sino en el mismo instante en que El hablaba a las multitudes.
En algún momento los discípulos le preguntaron por qué hablaba así a la multitud, y el Maestro se justificó diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; pero a esos, no. Porque al que tiene se le dará más y abundará; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden (Mt 13, 10-14).