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El lobo y el cordero

 

Había una vez un Corderillo sediento que estaba bebiendo en un arroyuelo. En esto estaba ocupado el Corderillo cuando llegó en esto un Lobo en ayunas, buscando jaleo y atraído por el hambre.

-¿Cómo te atreves a enturbiarme el agua? -dijo el Lobo, malhumorado, al Corderillo-. Castigaré tu temeridad.

-No se irrite, su Majestad- contestó el Cordero-. Considere que estoy bebiendo en esta corriente veinte pasos más abajo, y así mal puedo enturbiarle el agua.

-Me la enturbias -gritó el feroz animal-, y me consta que el año pasado hablaste mal de mí.
-¿Cómo había de hablar mal yo de usted, si no había nacido todavía? Ni siquiera estoy destetado todavía, que aún me amamante mi madre.

-Si no eras tú, sería tu hermano -dijo el Lobo.
-No tengo hermanos, señor -dijo el Cordero.
-Pues sería alguno de los tuyos -dijo el Lobo, cada vez más enfadado-, porque nos tiene mala voluntad a todos nosotros, nuestros pastores y nuestros perros. Lo sé de buena tinta, y tengo que vengarme.
Dicho esto, el Lobo cogió al Cordero, lo llevó al fondo de sus bosques y se lo comió, sin más auto ni proceso.

Y es que de poco sirve razonar, que la razón del más fuerte siempre es la mejor.
Autor: Jean de La Fontaine

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