Opinión

Zona Rosa

Zona Rosa

En su tránsito histórico, las ‘‘zonas de tolerancia’’ son dignos modelos del peso social que nuestras instituciones establecen a ciertas personas con relación a otras. Si hace tan sólo unos días institucionalizábamos los límites de la existencia nacional de los ‘‘extranjeros’’, con el proyecto de ley de la ‘‘Zona Rosa’’ se propone hoy día crear nuevas fronteras al interior de la sociedad dominicana.

En la Comisión de Justicia, las vistas públicas se suceden para enmarcar la prostitución a exclusivas áreas y buscar ‘‘insertar” socialmente a sus practicantes. De la condescendencia victimaria a la simpatía represiva, aquí el hecho no es solamente que  particularizar una categoría social contribuye a su distinción del resto de la población, y, por lo tanto, recusa la igualdad de derechos por el simple hecho de reconocer lo que no tiene que ser reconocido, porque sencillamente lo es. Ni que el poder disimule su padecida gestión política, al constituir la prostitución como causa y epidemia del mal social. O que nuestros mercaderes pretendan ahora gobernar en la esfera pública sus conductas y prácticas cotidianas privadas.

¿Y si el problema no es la prostitución? ¿Y si las normas que definen y regulan esta práctica no hacen otra cosa que administrar la vulnerabilidad? Fíjese de qué violencia se pretende cuidar a esta población cuando su aislamiento restringe aún más los pequeños, pero indispensables, márgenes de negociación que pueden poseer estas mujeres y hombres en sus actividades laborales. Este tipo de dispositivo, quiérase o no, auspiciará la clandestinidad, inseguridad y dependencia respecto a los ‘‘chulos’’. O, cuando los custodios de sus destinos, se dispensan una vez más de sus voces en los procesos que estos pretenden emanciparlos.

¿Continuaremos así autorizándonos a definir al otro en función de lo que no pensamos ser, a distribuir la dignidad de las personas por su valor social (entre hombres y mujeres, blancos y negros, ricos y pobres…), a inmortalizar el rejuego de la violencia política, que desvirtúa al ciudadano de su plena cualidad?

Mis esperanzas no desestiman lo impensable. Lo cierto es que, como puntualizara Robert Castel, nuestra sociedad se resigna cuando da por hecho la precariedad y vulnerabilidad de las personas.

A ustedes de juzgar, señores diputados…

El Nacional

La Voz de Todos