Opinión

2011, un nuevo año

2011, un nuevo año

Decía Martin Heidegger, el gran filósofo alemán, que lo importante en una persona no es el pasado, pesimismo que fomentara Freud, sino el futuro que uno se imagina.  Y que es ese futuro lo que mueve al individuo y a las naciones, por eso es tan peligroso que la autoestima de una nación se deprima, porque entonces no hay discurso, o Salomé Ureña, (cuando canta el destino del país en ¡Ruinas!, su poema más conocido), que la vuelva a inspirar.

Es por eso que quiero terminar el año reseñando tres eventos felices, que me hicieron sentir orgullosa de mi nacionalidad. 

El primero fue la condecoración con la Orden del Mérito Cultural, del Brasil, otorgada por el presidente Lula, a Tanya Valente, dominicana que dirige la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.  Esa orden, en su décimo sexta edición incluyó a Tanya por la excelente labor que ha realizado frente a la escuela, donde ha creado un Centro de Altos Estudios y se ha ocupado de apadrinar, en sus terrenos,  un huerto que no sólo suple a la institución sino a los centros de educación preescolar de San Antonio.

Los otros dos eventos sucedieron en el vigésimo concierto de la Natividad del Señor, en la Catedral Metropolitana, en su tradicional concierto natal con el coro de la Catedral y su orquesta.  Allí se nos sorprendió con Nathalie Peña Comas, joven y bella soprano dominicana, quien reside en Viena, donde es miembro del coro de la Ópera Estatal de Viena, habiendo comenzado sus estudios musicales  los ocho años y luego continuándolos en el Conservatorio Nacional de Música.  Esta muchacha tiene además una hermana, la flautista Evelyn Peña Comas que se ha presentado con ella en múltiples escenarios nacionales e internacionales.  Verla fluir con una sonrisa mientras cantaba, sin evidencias del entrenamiento técnico, nos hizo celebrar la naturalidad de quienes tienen voz y memoria para interpretar el Cantique de Noel sin esfuerzo aparente.

Para concluir con broche de oro el concierto, una niña prodigio, Aisha Syed, interpretó, “El Invierno” de Vivaldi, también sin pestañear.  Esta adolescente inició sus estudios de violín a los 4 años, y ya a los cinco entró a  la sección de los primeros violines de la Orquesta Sinfónica Juvenil, ganando, en noviembre del 2008, por oposición contra 3,000 violinistas jóvenes de todo el mundo, las dos mayores becas otorgadas en Londres a un músico clásico.

Terminar el año en esa nota, después de la tragedia de Los Topos, me devolvió el orgullo de ser dominicana, y todos y todas nos hubiéramos sentido más felices si el concierto hubiese concluido con la canción Las Arandelas, o con el Hallelujah, de Haendel, como corresponde, y no con un We wish you a Merry Christmas.  No puede ser que ni en Navidad podamos escapar del neocolonialismo cultural que nos caracteriza.

El Nacional

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