Opinión

A propósito de Fidel

A propósito de Fidel

Pedro P. Yermenos Forastieri

Cientos de artículos se han escrito a propósito de la muerte de una persona que, como Fidel Castro, no debe sorprender que haya concitado tan masivas reacciones. Por cierto, cuántas duplicidades. Algunos han llegado al colmo de publicar fotos en las cuales aparecen junto al expresidente pese a las obvias diferencias ideológicas.

¿Cómo justificar que se pretenda derivar notabilidad sobre la base de un político con el cual se proclama tener disidencias fundamentales? ¿Acaso procuran proyectar una imagen de identificación con un pensamiento progresista que en los hechos no tiene concretización? Respeto más al que ha celebrado la muerte que a quien simula apertura desprovista de autenticidad.

La espectacularidad del personaje, su irresistible personalidad y la influencia en esta región de la revolución cubana, han determinado que la mayoría de las polémicas consecuencias del acontecimiento, se hayan referido a sus características individuales o al proceso revolucionario.

No obstante lo comprensible que eso resulta, en el fondo de esto subyace una discusión de mayor trascendencia, que debiera ser el objeto principal de los debates. Se trata del asunto ideológico.

Del cuerpo doctrinario a partir del cual se sustentó la vida política del líder cubano y que determinó el rumbo esencial del proceso revolucionario que con tanta vehemencia, y no menos intrepidez, desarrolló. En otras palabras, desde mi perspectiva, la discusión que debiera ser ineludible es la que gire en torno a la comparación del sistema político por el cual Fidel luchó y el sistema que suplantó.

Es obvio que aspiraría a una controversia académica, una exposición desapasionada, despojada de motivos y preferencias caprichosas e incluso construidas de manera artificial por el hecho de que somos influidos por una propaganda que nada tiene de imparcial ni casual.

Tampoco debiera primar la prevalencia actual de uno u otro sistema con las innegables distorsiones que en muchos casos se han establecido en países en tránsito de construcción de sociedades socialistas. No valoro razonable evaluar de forma definitiva un sistema económico, social, político, sin colocar de lado las perniciosas manipulaciones que hayan podido hacer dirigentes inescrupulosos.

No sería justo emitir un juicio de valor sobre el capitalismo dominicano teniendo como referencia el fracaso estrepitoso de muchos de los gobernantes que hemos padecido. Una cosa son los comportamientos políticos de liderazgos específicos y otra diferente las peculiaridades de los sistemas en los cuales interactúan esos líderes. Eso es válido para República Dominicana y para Cuba.

El Nacional

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