Opinión

¿A quién le importa?

¿A quién le importa?

La vida de un hombre comienza con su nacimiento, y su historia mucho antes. Se remonta a sus abuelos. Hay quienes sostienen que los veinte años transcurridos previos al nacimiento de una persona son los que conforman sus horizontes mentales. Los abuelos suelen representar las fronteras de las memorias. “(…) mi propósito no es escribir historias, sino vidas”.

Una autobiografía se hace comprensible y apreciable si es lineal. Esquema: nacimiento, ascendencia, descendencia, formación, personalidad, obras importantes, problemas enfrentados y superados, metas alcanzadas y sueños. Proclama, cuenta y anuncia la grandeza de hombres y mujeres a quienes la historia les tiene reservado un espacio cimero.

El arte de narrar acontecimientos, con matices y tonalidades, marca la diferencia. No hay una regla de oro para escribir una biografía. Sin embargo, unas que otras normas son las que vertebran y fortalecen toda historia haciéndola, primero, creíble y, luego, importantes y memorable: siempre hay que contar más de un suceso verdadero, con lo cual el carácter épico de la obra estará asegurado.

Guardar el orden cronológico no necesariamente garantiza la brillantez necesaria para hacerla atractiva, pero contribuye a su claridad y comprensión. El rol didáctico y documental de una biografía debe ser preservado como instrumento de estudio.

En tanto obra literaria, vale aprovechar componentes clásicos y fundamentales de la novela, la poesía, el teatro, para enriquecer la biografía en su fondo y contenido.

La ficción novelada no es más que la realidad exagerada. La comedia y la tragedia se alternan en nuestras vidas para hacernos parte de la naturaleza, irremediablemente auténticos: llanuras y montañas; risas y llantos; penas y alegrías.

Una buena historia debe parecerse a la vida real. El buen escritor tiene en cada trabajo su obra cumbre.

El Nacional

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