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La columna sigue su costumbre de compartir con la amable lectoría ensayos que nos parecen interesantes. Esta vez nos toca analizar el último y polémico libro del Premio Nobel de Economía 2008 Paul Krugman, con el sugestivo título ¡Acabad ya con esta crisis! Esta obra ha sido controvertida no por evidenciar las causas de esta “crisis continuada” que inició en diciembre del 2007 en los Estados Unidos debido a “malas prácticas” de banqueros que la avaricia “volvió locos”, sino por las fórmulas que plantea quien es considerado el economista más destacado de su generación para salir de esta “verdadera depresión” que llega hasta nuestros días.

Krugman recurre a John Maynard Keynes para referir la misma clase de situación que este renombrado economista describió en la década del 30: “un estado crónico de actividad inferior a la normal durante un período de tiempo considerable, sin tendencia marcada ni hacia la recuperación ni hacia el hundimiento completo”. Pero también, y he aquí el planteamiento que no hace consenso entre políticos y economistas que Krugman considera “parte del problema”, apela a Keynes para denunciar que el saber convencional ha hecho caso omiso de la máxima esencial de el autor de “La gran recesión del 30”: “el auge, y no la depresión, es la hora de la austeridad”.

Para Krugman, “Es hora de que el gobierno gaste más, y no menos, hasta que el sector privado esté preparado de nuevo para impulsar la economía. Sin embargo, lo habitual ha sido instaurar políticas de austeridad y de destrucción de empleo”, por lo que con esta obra, a lo largo de sus 264 páginas, “intenta romper el predominio de este saber convencional tan destructivo y defiende la necesidad de adoptar políticas expansivas y de creación de empleo”. Al efecto, destaca que en Estados Unidos hay cerca de 24 millones de desempleados, un 15% de la fuerza de trabajo, “y aproximadamente el doble de la cifra anterior al inicio de la crisis”.

Por igual, Krugman argumenta que en Europa (Irlanda, Grecia, España, etc.),  “los problemas con la deuda y los programas de “austeridad” que supuestamente debían restaurar la confianza no sólo abortaron cualquier clase de recuperación, sino que produjeron nuevas depresiones y multiplicaron el paro”, lo que demuestra el carácter global de la actual crisis y el rotundo fracaso, según el autor, de las recetas prescritas al enfermo. 

Y, de nuevo, Krugman trae a colación al Keynes autor de la “Teoría  general de la ocupación, el interés y el dinero”, cuando analiza las deficiencias principales de la sociedad económica del 1936, que también son las de hoy: “su incapacidad de proporcionar pleno empleo y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y de los ingresos”. Krugman propone cerrar esta brecha haciendo que “el gobierno gaste donde el sector privado no lo hace”, para lo que se requiere  “claridad intelectual y voluntad política”.

En el epílogo reitera que “la Gran Depresión se terminó gracias a un aluvión de gasto público”, como el que hoy necesitaríamos si creemos, junto a Krugman y a otro Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que recortar el gasto sólo empeoraría la actual depresión.

El Nacional

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