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Haití: antes, ahora y siempre

Luego de tomar un año sabático porque sentía más la necesidad de leer y reflexionar que de poner en negro sobre blanco mis ideas, la columna retorna y tiene que hacerlo con uno de sus temas recurrentes: la hermana nación haitiana hoy devastada por una terrible conmoción telúrica que agrava la condición de extrema indigencia de su pueblo, aumenta la fragilidad de su gobernabilidad democrática y, de pasada, replantea las relaciones bilaterales con su vecino del oriente.       

Como en ocasiones anteriores, en noviembre pasado visité Puerto Príncipe como parte de una delegación de técnicos y empresarios embarcados en promover el comercio,  la inversión y el enfoque binacional de la cooperación. Volver a pocos días del terremoto fue una experiencia desgarradora ante tanta destrucción y desolación. Pero allí estaba la oportuna ayuda humanitaria de la comunidad internacional y, en primera fila, la solidaridad de los dominicanos como un mentís a las élites patrioteras que azuzan el antagonismo entre ambas naciones. En la perspectiva de una Cumbre a celebrarse en el país en abril del año en curso, cuando se confía que la masiva asistencia de emergencia sanitaria y alimentaria que fluye de todo el mundo haya mitigado las penurias de los millones de damnificados, se destaca la propuesta dominicana de participar en el diseño y la implementación de un plan estratégico para el desarrollo de Haití a mediano y largo plazos. Queda claro que la motivación es doble: por un lado el gesto altruista de apoyar la recuperación del vecino  y, por el otro, la visión nacional de resguardar los intereses locales que podrían verse afectados en un futuro no muy lejano.                   

Sin embargo, las reuniones preparatorias de Santo Domingo y de Montreal no han abordado en sus agendas dos elementos esenciales a los fines de garantizar la eficacia de estos dispositivos institucionales formados por Estados soberanos y por organismos internacionales intergubernamentales: el primero es la integración a los trabajos de la Cumbre de las organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras que conocen mejor que nadie el terreno y que, desde antes del sismo, trabajan sin cesar en mejorar las condiciones de vida del pueblo haitiano. Por igual deben ser convocadas las organizaciones empresariales, los centros de pensamiento y las universidades que se ocupan de institucionalizar las relaciones dominico-haitianas. En suma, debe tenerse en cuenta el aporte de la sociedad civil. Lo segundo es que se impone la creación de una secretaría permanente que sirva de órgano ejecutivo de apoyo técnico y administrativo a la Cumbre, la cual debe estar integrada por un equipo con liderazgo y capacidad para llevar a la práctica los compromisos asumidos y dar seguimiento a los acuerdos arribados en estas reuniones. El Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) sugiere la creación de una agencia especial a estos fines.  Wilfredo Lozano propone que la Comisión Mixta  Bilateral haitiano-dominicana sea reactivada y reciba este mandato, lo cual secunda esta columna.

El Nacional

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