Opinión

Agenda Global

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Para nadie en su sano juicio político es una sorpresa que la Dra. Milagros Ortiz Bosch se encuentre a la cabeza de mediciones recientes para la senaduría del Distrito Nacional. Se recuerda que como condición para aceptar la nominación por el PRD, Doña Milagros exigió y concitó a lo interno del partido un infrecuente ejercicio de consenso en torno a su candidatura, unidad partidaria que hoy reporta sus beneficios en la intención mayoritaria del voto a su favor que reportan las encuestas serias.    

Pero además, estoy convencido de que los moradores del Distrito Nacional, la mayoría no militantes de partidos políticos, no van a dejar pasar la oportunidad de que Doña Milagros regrese al Congreso como nuestra senadora, porque ella representa una propuesta veraz para revalorizar el ejercicio de la política en la actual coyuntura de cuestionamiento del liderazgo partidario y de pérdida de credibilidad en las actuaciones de su dirigencia. 

Esta aseveración sobre la preponderancia política de Doña Milagros se fundamenta en una multiplicidad de razones: algunas refieren a su reconocida trayectoria ética como legisladora, Vicepresidenta de la República y Secretaria de Educación. Otras a la coherencia ideológica de sus conceptos sobre gobernabilidad democrática y justicia social, así como a las eficientes ejecutorias que han acompañado siempre su accionar público.

Avala la aserción de que a Doña Milagros no la toca el virus de la demagogia, que lo que promete ya lo ha cumplido. Ella ha demostrado que es la excepción que confirma la regla del engaño al pueblo con promesas electorales luego incumplidas desde el poder. Con Doña Milagros se inició la trasformación política de la sociedad dominicana, y me consta que reclama que el proceso continúe.  

       La oferta electoral de la Dra. Milagros Ortiz Bosch no sólo es la más creíble de todas, sino que también es comprobable a lo largo de su experiencia como legisladora: ella vuelve a sus funciones de representar, legislar, fiscalizar y rendir cuentas a sus representados. Que dentro de las atribuciones constitucionales de fiscalización y control que tiene el Congreso está la de “Examinar anualmente todos los actos del Poder Ejecutivo y aprobarlos, si son ajustados a la Constitución y a las leyes”. El liderazgo parlamentario de Doña Milagros garantiza el esfuerzo ciudadano por mantener la independencia de los poderes públicos. En sus propias palabras: “Soy la vivencia de la oposición correcta”.                   

A pesar de padecer una competencia electoral desleal por el uso y abuso del “barrillito” y de cuanto recurso público a la mano, Doña Milagros está retomando el voto consciente que en el pasado la favoreció más de una vez muy por encima de la votación de su partido: por ella votamos la gran mayoría porque siempre será un honor que Doña Milagros represente lo mejor de cada habitante del Distrito Nacional. Que nunca como ahora ha sido tan urgente la necesidad de que ella sea nuestros oídos, nuestros ojos y nuestra voz en el Senado de la República.

El Nacional

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