Opinión

AL DÍA

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Son hoy adolescentes quienes, llegado el momento cincuenta o sesenta años después, asumirán la responsabilidad de investigar y analizar el Juan Bosch histórico.

Los contemporáneos del dirigente político e investigador de la historia social, vocacional escritor de ficción, sólo podrán en este presente producir testimonios críticos acerca de esta personalidad.

  Pero sin pretender que sentencian como historia lo que será sólo testimonio de un presente que Bosch compartió con ellos. La importancia testimonial de hoy radica en que, sin ello, el historiador no pudiera trabajar en el mañana de dentro de cincuenta o sesenta años.

Así las cosas, lo que se impone es reunir toda la objetividad y profesionalidad que se pueda y contar acerca del tiempo que se vivió con Bosch, compartiérase con él o no militancia política o ideológica de las varias en que se movió a lo largo del proceso de su vida.

Hasta 1963 y desde sus comienzos políticos en el país y en el exilio desde 1938, Bosch fue un político liberal, de la llamada izquierda latinoamericana junto a Rómulo Betancourt, Juan José Arévalo, José Figueres.

Entre 1961 y el año de su derrocamiento como presidente constitucional el 25 de setiembre de 1963, actuó como ese demócrata “american way of thinking”, cercano de los llamados liberales de Washington y quien creyó con toda ingenuidad que con los trujillistas civiles y militares  podía establecerse en el país una democracia.

De ahí el “borrón y cuenta nueva” de la campaña con la que logró una victoria electoral abrumadora el 20 de diciembre de 1962. Pero los trujillistas civiles y militares le harían pagar la factura con el golpe de setiembre.

Bosch se convenció de que con los trujillistas, oligarcas y militares, no se podría, pero sabía también que la falta de cultura política acrecentada por una tiranía de 31 años entre 1930 y 1961 dejaba a los dominicanos sin el conocimiento y la experiencia que sólo da la práctica democrática.

Hasta el 24 de abril de 1965 Bosch se mantuvo en el exilio en un limbo ideológico que no le facilitaba una definición política y que lo llevó a la conspiración para derrocar al gobierno de facto del Triunvirato.

Pero como ocurre en tantas ocasiones y a pesar de la cultura política que Bosch decía tener y negaba a las masas dominicanas, el pueblo dio a sus dirigentes civiles muchos pasos adelante.

El contragolpe tardío del 24 de abril se convirtió en una poblada y, cuatro días más tarde, en la insurrección que enfrentaría a la segunda invasión norteamericana del siglo pasado.

El pueblo asimiló muchísimo mejor que los dirigentes liberales el vuelco material e ideológico de lo que había empezado como un tardío contragolpe de Estado.

El Nacional

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