Opinión

AL DÍA

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“El idioma está al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio del idioma”. Sin excesos ni medalaganarismos. La razón debe indicar cómo se utiliza el término sin importar en ocasiones lo que mande la regla gramatical.

 No se puede condenar el idioma a la inacción y al estancamiento. “El agua estancada se pudre”, pudo leerse en las paredes del París de 1968.

 De una “cátedra” a través del correo electrónico, lo siguiente:

 “En español, el plural en masculino implica ambos géneros. Así que al dirigirse al público no es necesario ni correcto decir ‘dominicanos  y dominicanas’, ‘niños y niñas’ ya que eso es un circunloquio…”.

 (Y más grave que un circunloquio,  por vicioso, sería un pleonasmo).

 “Decir ambos géneros es correcto solo cuando el masculino y el femenino son palabras diferentes. Por ejemplo, ‘mujeres y hombres’, ‘toros y vacas’, ‘damas y caballeros’ ”.

 Ahora (con lo que el autor de la columna no está de acuerdo<<<<9, este ladrillo gramatical del citado desde el principio:

 “En español existen los participios activos como derivados verbales. Por ejemplo, el participio activo del verbo atacar es atacante; el de sufrir, sufriente; el de cantar, cantante; el de existir, existente…

 “¿Cuál es el participio activo del verbo ser. Es ‘ente’. El que es, es el ente. Tiene entidad, Por esta razón, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se le agrega la terminación ‘ente’…

“Por lo tanto, a la persona que preside se le dice ‘presidente, no presidenta’, independientemente de su género. Se dice capilla ardiente, no ardienta. Se dice estudiante, no estudiante. Se dice adolescente, no adolescenta. Se dice paciente, no pacienta. Se dice comerciante, no comercienta”.

El autor citado escribe un párrafo que a su juicio resume y colectiviza esa falta colectiva:

“La pacienta era una adolescenta estudianta , sufrienta, representanta e integranta independiente de las cantantas y también atacanta, y la velaron en la capilla ardiente ahí existenta”.

Entiende ese autor que, tras el párrafo, lo de “presidenta” suena mal.

(El autor de la columna, en el caso específico de presidenta, como en el caso específico de jueza, acepta esos usos.

(A su razón no le parece bien eso de “la” presidente y eso de “la” juez).

Y vuélvase al principio: “el idioma está al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio del idioma”.

El Nacional

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