Si la voluntad política fuera una virtud incuestionable de nuestros gobernantes, hace rato que el tan proclamado y anhelado progreso que tanto pregona el comité político del PLD, fuese realidad. Sin embargo, la odiosa reforma fiscal es una muestra más de que a los políticos del patio nuestro, incluso el actual, solo les interesa vivir como semidioses a expensas del erario. Corregir lo que está mal es pura cháchara con chaqueta reivindicativa; a esos marchantes no les da ni frío ni calor las penurias que padece el ciudadano ordinario.
Si el presidente Danilo Medina aún no lo sabe, es tiempo de enterarse de que la República del Ecuador no salió de su crisis siguiendo las indicaciones venenosas del Fondo Monetario Internacional. Y que al contrario, el presidente Rafael Correa lo que hizo fue tomar como divisa de su gestión ejecutiva la persecución y el acoso a los corruptos, quienes ya tenían sobornados nada menos que a los directivos de una prensa cuyo color competía con el amarillo pollito.
Las señales de que su misión era salir de una vez y para siempre del atolladero en el que la ambición desmedida de una clase política corrupta metió al país, se hicieron notar desde el día en que renunció como Ministro de Hacienda. Así describe el documental Deptocracy la proeza de Correa al sacar a Ecuador de ser un país pobre a uno de los de mayor crecimiento económico de la región. Sin tener que tirar un tiro ni comprarse un perro prieto, sino a base del coraje que a otros le falta.
El titular del Ejecutivo ecuatoriano decidió nadar contra la corriente neoliberal impulsada por el Fondo Monetario Internacional, y hasta ahora no tiene porqué arrepentirse. Correa y la coalición de partidos de izquierda encabezada por Alianza País, concienciaron a la ciudadanía sobre el origen de las vicisitudes de la nación suramericana con sus posibles soluciones. Y las ha venido ejecutando con decisión y firmeza. Los que sueñan con tronchar el revolucionario proceso ecuatoriano, ¡no pasarán! Se quedarán como perico en la estaca
