Opinión

Ana María Acevedo

Ana María Acevedo

Hay personas que dejan huellas imborrables. Ana María Acevedo es una de esas personas que, por donde pasan, dejan su impronta y su legado. Ella me conoció a mí, cuando yo era un adolescente, y que me limitaba a verla en casa de mis padres, y recuerdo haberla visto, en los momentos más difíciles de las persecuciones contra mi familia. Incluso, tengo en mi poder una carta que ella le escribió a mi madre en 1987.

El destino luego nos colocó en el mismo espacio y lugar, y me permitió conocer la extraordinaria capacidad de trabajo y visión estrátegica. Como Secretario General del PRD, posición en que fui electo en dos ocasiones, desde 2005 hasta 2013, Ana María siempre informaba los resultados de sus encuestas, con una visión institucional y siempre con suma discreción. Era clara, objetiva y sincera en sus planteamientos.

Ana María conocía la realidad socio-política del país. No solo se conformaba con recibir los resultados de sus investigadores en una oficina, sino que ella se trasladaba al campo, a la ciudad, a los barrios y a las zonas más apartadas para comprobar la realidad electoral. Un buen día podía amanecer en Mao, seguir trabajando en Santiago, y asistir por la tarde a una reunión en Santo Domingo.

Ella fue una mujer de firmes convicciones. Discutía y sostenía sus argumentos, pero siempre ejecutaba lo que la mayoría decidía. Viví con ella la etapa política que siguió a las elecciones de 2012, y a pesar de que ya padecía fuertes dolores de su terrible enfermedad, nunca le tembló el pulso para estar en primera línea, incluso cuando su vida podía correr peligro.

Ana María tenía especial cariño por José Francisco Peña Gómez, y por el expresidente Hipólito Mejía. Sé que ella sufrió todo el proceso político actual, y siempre anhelaba la unidad. Continuaremos tu lucha hasta alcanzar y recuperar la democracia.

Entrañable amiga y compañera de mil batallas, madre y esposa ejemplar, Ana, descansa en paz.

El Nacional

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