Opinión

Apuesta fallida

Apuesta fallida

Una parte importante de la población dominicana anhela un cambio político en la conducción del Estado que sea capaz de traducirse en un esfuerzo porque algún día las cosas en este país marchen diferentes. Pese a ese sentimiento bastante esparcido, ganar unas elecciones y, lo más importante, instaurar desde el gobierno una forma de gobernar que estremezca el infuncional sistema que nos rige, no es fácil.

Lo anterior se torna más complejo cuando se enfrenta un adversario poderoso, con enraizada vocación de poder, dispuesto a recurrir a los mecanismos necesarios para preservarse y ante el cual, por eso, se compite en condiciones desfavorables.
Ante tan hostil escenario, se requiere adoptar medidas provistas de potencialidad para captar simpatías y lograr convertir en apoyo efectivo lo que apenas es una manifestación de ilusión.

Un elemento importante que deben tener presentes quienes asuman una empresa de esa magnitud, es la conciencia de la necesidad de establecer un orden de prioridades, donde sea colocado en primer lugar el objetivo esencial de conquistar la presidencia de la república. Todo lo otro es y debe ser secundario. Las restantes candidaturas deben seleccionarse con el propósito de que contribuyan a la consecución de la meta mayor.

Sería fatal que se desaten luchas fratricidas por asumir candidaturas inferiores, de manera especial por el pernicioso mensaje que eso enviaría de desconfianza en las posibilidades de alcanzar la primera magistratura.

Es preciso desarrollar, en ese sentido, un plan autónomo, propio, que no esté supeditado a lo que pueda ocurrir en la trinchera del contrincante, lo cual no significa que no se deriven beneficios de lo que pueda afectarlo, pero no se debe sustentar el porvenir en esa apuesta fallida.

La oposición debe preparase para el peor de los escenarios, porque la tradición del partido principal al que va a enfrentar debe indicarle que ese es el más probable de todos.

Hablo de un campo de batalla terrible, donde el PLD se las agencia para superar la totalidad de sus contratiempos internos y externos, lo que no resulta difícil por el hecho de ostentar el control del Estado con lo que eso implica al dirigir, con criterios ilimitados de manipulación, la casi totalidad de la maltrecha institucionalidad dominicana.

Proceder de forma inteligente ante tanta adversidad no es fácil ni siquiera logrando constituir un sólido bloque opositor. De primar la dispersión y el protagonismo inconducente, entonces el asunto es casi una quimera.

El Nacional

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