Opinión

Atención a Salud Pública

Atención a Salud Pública

SANTIAGO.- Hoy compartimos el relato de quien, además de haber sido testigo de la realidad cotidiana en una sala de emergencias hospitalaria de nuestro país, es una profesional de la Psicología, con experiencia en terapia a sobrevivientes de violencia y especializada en Psicología Forense, quien la semana pasada, de manera fortuita, se encontró cara a cara con el peligro que puede representar nuestro sistema de salud.

La casualidad pura hizo que esta amiga transitara por los entornos de la emergencia del Hospital Periférico de una conocida zona de Santiago, y se topara con un hombre adulto acompañando a dos jóvenes mujeres que se desplazan con mucha dificultad y en medio de expresiones de dolor y llanto, y le solicitó ayuda para sostener a una de ellas, mientras él encaminaba a la otra y procuraba una silla de ruedas, lo que ella hizo. Después de atravesar el gentío que esperaba fuera del lugar para ser atendido y ya ubicadas las dos jovencitas en una sola camilla, sin sábanas y bien estrecha, ellas le refirieron que: acababan de tener un accidente por los lados de Navarrete cuando se dirigían con el señor que las acompañaba, a Puerto Plata a disfrutar de “un día de playa o piscina”; que eran menores y una de ellas, la que apenas podía caminar por el dolor y la falta de respuesta de su pierna, tenía un embarazo de un mes y medio; que la otra, se quejaba de mucho dolor en el pecho y en el cuello; que ambas no tenían padre ni madre que respondiera por ellas y, sobre todo, que las dos estaban aterrorizadas!

Como el hombre que las acompañaba desapareció, nuestra amiga se quedó con las dos muchachas dándoles la solidaridad necesaria en estos momentos y nos cuenta que dentro de la sala de la emergencia había solo un médico y tres enfermeras o afines, unas 15 ó 20 personas, la mayoría mujeres envejecientes, niños y niñas. Médico y enfermeras escribían indiferentes a saber qué importantes informes.

Cuando el galeno estuvo dispuesto, se acercó a las jóvenes que no lograron conmoverlo a pesar de que siempre pensó que nuestra amiga era familia de ellas, y sin examinarlas demasiado les puso sendas inyecciones, un entablillado de cartones a la que probablemente tuviera fractura del fémur, les dio una receta de placas y no dejó de aleccionarlas sobre el peligro de beberse una cervecita y hasta burlarse de lo que él creía eran las consecuencias de haberlo hecho.

Nuestra amiga se ocupó de llamar a la casa del abuelo y abuela de una de ellas, única familia ya que dijo, su madre vivía en Estados Unidos, aclarándole que era de la emergencia del Hospital Periférico, y el abuelo le contestó que ellos no tenían dinero “ni para buscarla en motoconcho”.  Mientras todo esto sucedía, el médico, el portero, el policía de la puerta y las “enfermeras”, ya conociendo la acción samaritana, le decían a nuestra amiga: “Váyase doña que usted ya cumplió”, con la mayor indiferencia.

Claro que ella sólo se fue, dejándoles dinero para un taxi, una tarjeta y dirección del Centro de Asistencia Municipal, donde trabaja y segura de que alguien de la “familia” de ellas, venía en camino. (Qué más podía hacer?).

La descripción más o menos pormenorizada, constituye una evocación reincidente y preocupa que las autoridades de Salud Pública no se acaben de dar por enteradas de la situación de avanzado estrés laboral en que se desenvuelve todo su personal.

Esto es debido a las malas condiciones de trabajo y a condiciones que conforman el llamado Síndrome de Bournot, sufrido por las personas cuyo trabajo las vincula al sufrimiento humano. Quienes estudian el fenómeno, citan como fuentes de estrés más comunes: el conflicto y la ambigüedad de rol, la sobrecarga laboral, la poca utilización de habilidades, los recursos inadecuados y la necesidad de tomar decisiones críticas, incluso sobre la base de información escasa o ambigua, la tensión constante para no cometer errores, el peligro de contagio físico o de afectación psíquica, las diferentes líneas de autoridad a que se someten laboralmente, entre otras.

Esta condición, además del vacío de recursos emocionales para enfrentar las situaciones de estrés, produce un desapego excesivo, cinismo e insensibilidad hacia las/os pacientes y otros aspectos del trabajo en salud, afectando la competencia del personal, un estado de competencia que es permanente en el personal de Salud Pública en nuestro país.

No creo que esto forme parte de alguna reivindicación anotada en tiempos de huelga, porque el costo es en integridad de vidas demasiado comunes y pueblerinas, porque tampoco se ha resaltado la situación por los lados de los programas de salud y porque hay muchas muestras de indiferencia en el intricado Sistema Nacional de Salud Pública, sin embargo, insistimos con la necedad del año pasado. Y el anterior. Y el anterior al anterior. ¡Y todos los anteriores al anterior del anterior!

susipola@gmail.com

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