Reportajes

Aumentan las agresiones de la gente contra los árboles

Aumentan las agresiones de la gente contra los árboles

Cuando no hay reflexión sobre el acontecer, cuando no hay una debida conciencia de los fenómenos, la vida aparece como si se hubiera detenido.

Peor aún, el tiempo, en su girar concéntrico, parece volver hacia atrás y paralizar los procesos cognitivos.

Hay que tener unos desequilibrios desbordados para no entender que estamos inmersos en un fenómeno llamado el cambio climático.

Debido a ello las ciudades se calientan como nunca en la historia humana con consecuencias imprevisibles pero generalmente desastrosas.

En consecuencia, los asentamientos humanos tienen en el árbol y su proliferación espontánea o inducida, un aliado imprescindible debido a sus virtudes enormes para el mantenimiento del entorno más o menos ideal o al menos soportable.

En razón de ello, ha cobrado este ser una importancia enorme.

¿Qué se está haciendo en la creciente y multiploblada Santiago, para revertir los efectos del cambio climático a favor de un ambiente amigable?

Todo lo contrario de lo que se debiera y justo en un verano que promete suficiente calidez.

Ahora, árboles que tenían de veinte a cincuenta años y más son cortados hasta el tronco porque “afean”, porque “molestan” porque su bella y agradable sombra no es bienvenida y porque sus raíces resultan indeseables y las estructura no se ven tan bien como debiera.

Nos parecemos a esa España que en la cúspide del dogmatismo religioso deportó dolorosamente a aquellos que dominaban las matemáticas y el comercio afectando seriamente su porvenir.

El corte de árboles-y su secado por medio de la inoculación de combustible, otro deporte en recurrencia también, justo cuando más se necesita- es la manera más evidente del pensar obtusamente, a la inversa, sin  cabeza.

Cuando el instinto puramente domina el devenir lo más probable es que sea el azar el que decida por la mente humana que es tan compleja.

Ello implica serios inconvenientes para el predominio de la razón que presuntamente debe guiar los hechos humanos.

Aquí está ocurriendo que se aparta, se mata, se desecha un recurso, talvez el único que queda, para detener el desastre de una ciudad que pudiera colapsar al ritmo de la sumatoria de tantos errores uno tras otro.

Y mientras, Santiago se llena de gente de fuera, de la periferia, del exterior que se amontona a ritmo del espíritu de sobrevivencia sustanciado con la vida toda.

EL DATO

Las pérdidas

Cada año  el mundo pierde cerca de 7,3 millones de hectáreas de bosque, una área del tamaño de Panamá. Pero en la década de los años 90 ese  número llegó hasta los 8,9 millones de héctareas por año. O sea que algo hemos logrado.

 

El Nacional

La Voz de Todos