Opinión

¡Ay, Emely, cuánto moralismo!

¡Ay, Emely, cuánto moralismo!

Las referencias sobre los crueles acontecimientos de estos últimos días, tienen que salirse de la narrativa pura y simple, frecuentemente prejuiciosa, cruel e inclemente, para trascender hacia el análisis objetivo, de cara a la necesidad de cambiar actitudes, prácticas y comportamientos.

Mantenemos un imaginario socio cultural, en que los derechos sexuales y derechos reproductivos, no son solo ignorados, también distorsionados, reprimidos y retorcidos, con lo que los sucesos relacionados con estas funciones fundamentales, se miden con la vara del moralismo. Y a las personas moralistas les tiene sin cuidado su propia vida, porque viven vigilando la de los demás y son una especie de fiscalizadoras de la moral de las demás personas.

Eso es lo que hemos visto en estos días, un país que no respeta la sexualidad de las personas y niega totalmente la de las niñas, niños y adolescentes. Por eso, el Estado no ha podido establecer una educación sexual oportuna, adecuada y científica, que es un derecho de ellos y ellas, para poder bregar con su sexualidad. ¡Demasiado morbo a desmontar!

Se prefiere juzgar, sentenciar y criminalizar el embarazo, en lugar de reconocer que lo que mata, es la práctica violenta del machismo, exacerbado en los hombres desde que son pequeños, cuando apenas apuntan medio metro del suelo y se les hace contar las “novias” con sus deditos, mientras reprimimos a las niñas.

Se reconoce que las niñas y los niños están teniendo relaciones sexuales cada vez más tempranas y eso en sí, es natural y no es malo. Lo que complica la situación es la sexualidad masculina de los hombres adultos, degradaba por el patriarcado, que establece en nombre de las “necesidades” sexuales de ellos, que todo se vale, como abusar y adueñarse del cuerpo de las niñas y las mujeres y hacer con ellas lo que masculinamente se quiera.

Como padres y madres no saben bregar con la sexualidad de sus hijos e hijas menores, pues lo mejor es prohibir, sin razonamiento alguno. Y ahí es donde entra el Estado estableciendo políticas públicas claras, como la obligación de la educación sexual y el establecimiento de los servicios de salud necesarios para las mujeres, en cualquier etapa etaria, en ese sentido.

Somos una sociedad a la deriva, desinformada, en nombre de Dios muchas veces, porque el moralismo es ejercido a conveniencia de una gran parte del poder formal y del fáctico. Estos eventos trágicos vividos, tienen que cambiar algo en nuestra realidad, de lo contrario, todo será en vano.

El Nacional

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