Semana

Berlusconi El “Castigo en Villa Certosa”

Berlusconi  El “Castigo en Villa Certosa”

MARÍA ANTONIETTA FERRO.-

Cuando supe que la novela “¡Oh, Dios!”, de Emilia Pereyra, incluye un capítulo sobre Silvio Berlusconi, grande fue mi curiosidad por saber cómo mi amiga escritora había tratado este tema.

Soy italiana, he vivido los veinte años de “berlusconismo” y sé que la fama que nuestro ex primer ministro tiene en el exterior no es gran cosa… Mejor dicho, el mundo entero se ha reído de él en el mejor de los casos. Ni hablar de la vergüenza que ha pasado mi país con razón por la forma de actuar de Berlusconi y de las mentiras que él ha hablado frente al mundo.

Conseguí un ejemplar de la novela de Emilia y me puse de inmediato a leer el capítulo titulado “Castigo en Villa Certosa”, precisamente el capítulo en el cual Dios, en su viaje terrenal, encuentra a Berlusconi.

Desde las primeras líneas de la narración me quedé fascinada por la manera como Emilia describe el paisaje de la isla Cerdeña, con sus colores maravillosos, que tanto contrasta con la vulgaridad del mundo berlusconiano, igual de bien descrito por Emilia en lo que se refiere a su lujo y su forma desenfrenada de vivir.

El título de la canción que se menciona (“Zoccole, zoccole”, es decir Cueros, cueros) es la síntesis perfecta de la vulgaridad que el pobre Dios encuentra en el lugar de la tierra que Berlusconi, desafiando al mismo Dios, ha arreglado “a su imagen y semejanza”. Con solo el título de esta canción, Emilia logra definir lo que es el entorno de Berlusconi: un prostíbulo.

Emilia Pereyra conoce bien el lenguaje típico de la era berlusconiana. Ella menciona a las “velinas”, las jóvenes mujeres que hacen fortuna

–aunque solo temporalmente– gracias a su belleza y a su falta de virtudes morales, y consiguen “trabajo” en los programas de Mediaset, la televisora de la cual Berlusconi es dueño. Son las mismas jóvenes que le dicen “papi” a Berlusconi y se disfrazan de papá Noel y de monja o de enfermera para complacer al sátrapa.

Sin embargo, a pesar de su poder y de sus recursos económicos que le permiten darse todos los lujos posibles y hasta imposibles, Berlusconi no puede evitar la furia de su esposa ni la de Dios, y sale perdedor de la batalla con ellos. No pierde el vicio, pero sí pierde dos dientes, según lo cuenta Emilia Pereyra.

Me fascinó la manera como la autora narra la llegada de la esposa de Berlusconi a Villa Certosa y la descripción que hace de Verónica Lario, como se llama la ex esposa del Cavaliere.

En la realidad nunca ocurrió que Verónica se enfrentara públicamente con su esposo. Ella siempre se mantuvo fuera de la escena, tanto política como privada, y nunca habló de sus problemas familiares, que por supuesto debían ser muchos.

Me imagino que esta actitud de Verónica fue una elección estratégica y me imagino que si ella hubiese podido actuar libremente lo habría hecho igual como Emilia lo cuenta.

El castigo que le toca a Berlusconi en la novela es lo peor que le podría ocurrir: es un daño a su aspecto físico, que tanto le importa a él. Mejor sería, para él, perder dos mil millones de euros en vez de dos dientes. Él, quien con frecuencia se somete a cirugía estética para eliminar los signos de su vejez y conservar su semblante de “joven” a pesar de ser un viejo, es un viejo verde. Se queda sin dientes y sangrando. ¡Castigo total!

El Nacional

La Voz de Todos