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Bienvenidos al paraíso: las paradojas de Guantánamo

Bienvenidos al paraíso: las paradojas de Guantánamo

 

 

Por Chantal VALERY

 

BASE NAVAL DE LA BAHïA DE GUANTANAMO, Cuba, 24 Abr 2014 (AFP) – Con su campo de golf desierto, sus iguanas bajo el sol implacable, su cine al aire libre y, por supuesto, su prisión, todo lo que concierne a la base naval de Guantánamo, que no se halla estrictamente en Estados Unidos ni en Cuba, está rodeado de una estricta censura.

“Bienvenido al paraíso: GTMO, la perla de las Antillas”, proclaman desvergonzadamente unas camisetas en venta en las tiendas de souvenirs de la base.

Con sus barracones amarillos, que se divisan hasta donde llega la vista, y sus viejos hangares rodeados de alambradas de púas con la leyenda “No fotografiar”, lo único paradisíaco de la base militar estadounidense en territorio alquilado a Cuba desde 1903, son su clima y sus aguas turquesas, en las que los militares gustan zambullirse y navegar en sus horas libres.

No hay playas de arena blanca para los cerca de 5.000 soldados y civiles, sino cantos rodados para holgazanear, como hacen las numerosas iguanas, protegidas por una disposición que castiga con una multa de 10.000 dólares a quien les haga daño.

Una estatua de Nuestra Señora del Cobre, la patrona de Cuba, domina la bahía, una oficina decrépita de la pequeña compañía aérea civil IBC ofrece su vuelo semanal a Florida, el supermercado libre de impuestos de la Marina estadounidense tiene el aspecto del viejo decorado de un cine: “el tiempo aquí casi se ha detenido hace veinte años”, explica Stan Tirvioli, el oficial a cargo de Radio GTMO.

“Internet es lenta, constantemente hay que esperar para obtener las cosas que nos llegan por barco, esto nos vuelve locos”, afirma el soldado Steven Jaquin, el ingeniero de la radio.

El lugar viene a ser “un poco como un microcosmos” de Estados Unidos, dice; y hace referencia al cine al aire libre donde proyectan “Robocop” y al inevitable local de McDonald’s, delante del cual hasta los inmigrantes filipinos se quedan inmóviles cuando dos veces al día suena en toda la base el himno nacional estadounidense.

La criminalidad prácticamente no existe. “Aquí todo el mundo se conoce, es una comunidad tranquila, cerrada detrás de la frontera con Cuba, no se puede ir demasiado lejos”, agrega el jefe de “la radio que suena en el patio trasero de Fidel”.

 

– “¿De qué quiere hablar de lo que podemos hablar?” –

Los centros de detención no se divisan inmediatamente tras bajar del ferry. Están erigidos a unos kilómetros de allí, del otro lado de unas colinas áridas, más allá del alcance de la vista o de una máquina de fotos.

La base es conocida en el mundo entero por su controvertida prisión, que el presidente Barack Obama no logra clausurar. Ciento cincuenta y cuatro hombres siguen allí encerrados, la mayoría sin acusación ni proceso.

Pero quienes en Guantánamo no trabajan para el centro de detención han optado por ignorarlos. “Están ahí, todo el mundo lo sabe, pero no nos interesan”, admite Stan Tirvioli.

Coronados por miradores y varias alambradas de púas, los campos 5, 6, Eco y Delta se levantaron en medio de los cactus. Reemplazaron a las jaulas a cielo abierto del campo X-Ray, dejado a merced de las malas hierbas y las ratas gigantes, y a las cuales los militares permiten observar a los medios sin restricciones.

Pero en los campos 5 y 6, que albergan a la mayoría de los detenidos, la censura se ha intensificado últimamente, como pudo constatar un equipo de periodistas de la AFP.

No se puede fotografiar ni siquiera el reflejo de los guardias sobre el cristal, tampoco una sombra demasiado explícita, ni los carros blindados estacionados ni los molinos de viento sobre la colina. El rostro de los detenidos, visibles detrás de un cristal, debe ser eliminado de cualquier imagen, al igual que el de sus carceleros y de cualquier militar que se encuentre en la base.

Los periodistas son inmediatamente evacuados si, a su paso, un prisionero tamborilea o grita por la ventana de su celda. Las imágenes y secuencias que puedan provocar litigios son eliminadas una a una en sesiones organizadas dos veces al día.

“¿De qué quiere hablar de lo que podemos hablar?”, le preguntó a la AFP la general Marion Garcia, comandante adjunta del equipo armado que dirige la prisión, tras haber declinado responder a varias preguntas.

No habla de “prisión”, sino de “centros de detención”, ni de “huelguistas de hambre”, sino de detenidos que “no ingieren suficientes calorías”, ni de “alimentación forzada”, sino de “alimentación por vía interna”.

Tampoco hablará sobre el campo 7, el más secreto de Guantánamo, que alberga a una quincena de detenidos de “gran valor”. De eso, “simplemente no se habla”, advierte Garcia.

 

 

 

El Nacional

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