Opinión

Cadenita de oro

Cadenita de oro

Transitaba mi esposa por la avenida Duarte cuando un sujeto se le acercó a la ventanilla, señalando el neumático trasero y pidiendo bajara el cristal. Una vez accedida la demanda, el hombre velozmente echó mano al cuello para arrancarle la cadena.

Ella reaccionó, aferrándose a su prenda y el caco huyó solo con un pedazo de la joya.

Años atrás durante una misión internacional, en Guatemala, dejé sola a mi consorte mientras salí a reunirme con el ministro de Salud. Coincidencialmente cuando ella caminaba por la vía principal, yo paso transitando en un vehículo oficial. -Yo no la vi, pero me dice que cuando levantó la mano para saludarme, dos jóvenes se le acercaron y le arrancaron la cadena.

Su reacción al suceso fue la misma que la de todos los transeúntes en el lugar. ¡No hizo nada…, ni siquiera gritó! Asombrados los ladrones por este comportamiento, se alejaron sin ni siquiera acelerar el paso. Ilusionada con recuperar su cadena, decidió seguirlos. Afortunadamente encontró un policía a quien le dijo: -Esos dos jóvenes me asaltaron. -Cuándo… ahorita mismo?, –

Ahorita no, ahora. -Bueno, espere que voy a interceptarlos.

Efectivamente al doblar la esquina estaban esposados de frente a la pared. Los delincuentes reclamaban vehementemente su inocencia e insistiendo que ella estaba errada. La gente que llegaba abogaba para que los liberaran. -Son estos quienes le robaron? -Sí señor. El agente decidió entonces llevarlos a todos a la comisaria, vadeando entre la multitud que no dejaba de emitir opiniones.

Uno de ellos logró meter la mano en un bolsillo secreto del pantalón y hace el gesto para devolver la prenda. Una vez tomó posesión, ella decidió no continuar con la querella. Después de una fuerte reprimenda a los antisociales, autodefinidos como huérfanos y hambrientos, el policía acompañó a mi esposa al hotel. Fue allí cuando por primera vez sintió pánico y no quería salir aun fuera acompañada.

Esa noche tuvimos una cena con un ex-compañero de maestría, quien a la sazón era coronel director de los servicios médicos de la policía. Cuando le contamos lo sucedido, estaba sorprendido por la actuación del agente, a quien luego de identificar le hicieron un merecido ascenso. Felizmente la cadenita de oro aunque mutilada, todavía está en su poder. Continuará.

El Nacional

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