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Cambios en la sociedad

Cambios en la sociedad

Las cuestiones serias, con énfasis científico, con carácter urgente que se deben tratar en los medios notorios,  constituyen un peligroso recurso para que los pueblos despierten.

Darse cuenta del atraso, crear al hombre nuevo, decidirse por el cambio, son propuestas tentadoras que deben enfrentarse con especial dedicación por la superficialidad y la ausencia de criterios rigurosos.

Por ello hay que poner al frente de las instancias más notorias a uno que otro tarado.

De ese modo se garantiza la sacrosanta parálisis de todo, el cambio sin cambio, el discurso infinito que no resuelve nada y pretende resolverlo todo.

Todo eso pertenece a un orden diseñado para que ofrezca unos resultados concretos.

Después nos vamos a misa, rezamos un padrenuestro y nos olvidamos de todo.

La buena literatura, la música inolvidable, el programa educativo, el espacio edificante y desprovisto de chismes de farándula son  cosas de museo de historia y, además, no venden, no generan publicidad cierta y duradera.

Por tanto, se precisa mantenerlos alejados de tan arriesgada tentación y e inclinación a la decencia.

Hay que meterles la compota diaria de lo superficial, lo insulso, lo descarado, el escándalo del día y lo que conduce siempre a ninguna parte.

Detenerse nomás unos minutos para ser testigos de la guerra contra la imaginación que nos brinda la televisión cotidiana resulta excitante.

Va ella desde interminables novelones lacrimógenos hasta cuadros de comedia de la que tiene guiones evidentes. La otra es la de la política vernácula.

Ahí los actores de reparto usurpan, con persistencia denodada, el papel de los líderes ya muertos y otros a lo mejor incipientes.

Nunca antes se había asistido a tan notorio decurso de la frivolidad a toda costa y sin límites de tiempo.

Habría que dedicarle unos cuantos ensayos a tan desusadas muestras de decadencia.

Por ahí es que comienzan a despedirse y a decantarse los pueblos, a desprenderse como islotes descontinuados de la espiritualidad, de la creación para la historia y de la historia misma.

Abajo la inteligencia, continúan gritando los generales franquistas de los que apenas quedan algunas cenizas, si quedan, y  bastantes malos recuerdos.

El Nacional

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