Opinión

Candidaturas reservadas

Candidaturas reservadas

      Si no son iguales, hay un enorme parecido en la forma y en el contenido de los estatutos de la mayoría de los partidos políticos en nuestro país.

     En esos estatutos, uno de sus títulos está dedicado al porcentaje de candidaturas que cada partido se reserva en los distintos niveles, sean senadores, diputados, síndicos, regidores, incluyendo ahora los delegados municipales.

     El destape surge a consecuencia del abultado número de cargos electivos, que los partidos han decidido reservarse.

Este hecho se produce en un momento en que la militancia de los partidos reclama, con mucha vehemencia, una mayor cuota de participación en las decisiones de sus respectivas organizaciones.

     En el Partido Revolucionario Dominicano, PRD,  y en el Partido de la Liberación Dominicana, PLD, las quejas llueven, y de lo que se está seguro, es de que las candidaturas reservadas estarán por encima de cualquier cifra en el pasado.

    Pensándolo bien, reservarse moderadamente ciertas candidaturas, es una necesidad de los partidos.

Las alianzas electorales, por un lado, y la conveniencia de atraerse a determinadas personalidades o sectores, por el otro, obligan a los partidos a guardar  algo para ofrecerles a los que llegan.

    El quid de las reservaciones y lo que constituye un peligro para los partidos y para la democracia, se encuentra en los acuerdos  subterráneos y en las ambiciones desbordadas que se observa muchas veces en senadores, diputados, síndicos y regidores, funcionarios que se creen vitalicios en los cargos y se niegan a darles paso a los demás.

     La desigualdad y la desproporcionalidad entre un incumbente que también es aspirante y otro aspirante, sin recursos o con pocos recursos, resulta ser avasalladora.

 Es algo así como la batalla entre David y Goliat.

    Es hora de ponerle coto a la reelección indefinida de los congresistas y de las autoridades municipales.

Limitar la reelección en esos cargos a dos o tres mandatos, basta y sobra.

Con la alternabilidad, se abren las posibilidades para otros aspirantes, se fortalece la democracia, y la equidad reaparece.

    La inamovilidad controlada es tolerable. Pero la vitalicidad es insoportable.

El Nacional

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