Opinión

Cápsulas

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Es una lástima que el historiador, intelectual y destacada figura pública como el doctor Euclides Gutiérrez Féliz se dedique a aupar con sofismas y tergiversiones, al delincuente internacional José Trujillo Monagas.

Tanto en su columna en este diario como en entrevistas por televisión, este senador del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina y ministro de presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó lleva a cabo una campaña a favor de la imagen de tan funesto personaje.

José Trujillo Monagas fue el padre de José Trujillo Valdez, que a su vez fue el padre de Rafael Leónidas Trujillo Molina, el tirano que sojuzgó la República Dominicana por más de 3 décadas.

El tal José Trujillo Monagas era un esbirro que las tropas de ocupación del imperio español (1861-1865) utilizaban, como en otros casos, para vigilar, apresar, torturar y asesinar a combatientes restauradores.

Las autoridades del entonces ya decadente imperio de la Madre Patria, así como el traidor Pedro Santana y sus asesinos, llamaban a los luchadores del mismo 1861, del Grito de Capotillo de 1863 y  de 1864 hasta llegar a la salida vergonzosa del 12 de julio de 1865 como “delincuentes comunes”. En el período 1916-1924 eran “gavilleros”.

Era una manera de desacreditar la lucha de la gloriosa Restauración de la República, de alejar sectores nacionales de los patriotas acusándolos de delincuentes y también una forma de justificar las horribles represiones. En esas acciones represivas, que iban desde la delación a la persecución, del apresamiento a la tortura y de las ergástulas al paredón se destacó el sicópata José Trujillo Monagas.

Fue uno de los criminales favoritos del régimen invasor, con un prontuario de torturas y muertes que dan para llenar todo un Archivo de Indias.

Para que ustedes tengan una idea más explícita, José Trujillo Monagas hubiera sido un eficiente colaborador del Servicio de Inteligencia Militar del coronel John William Abbes García, de la Gestapo nazi, de la Okrana zarista, de la Cosa Nostra, etcétera.

Cuando el glorioso Ejército Restaurador con el general Gregorio Luperón a la cabeza, derrotó a las tropas interventoras y con éstas a sus socios santanistas, el criminal José Trujillo Monagas marchó con sus amos a Cuba, donde ya comenzaba a sentirse con cierta fuerza la lucha independentista que se consumó, con al apóstol José Martí y el generalísimo Máximo Gómez a la cabeza, en 1898, cuando España pierde sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Una vez en Cuba, la Corona asignó al sociópata José Trujillo Monagas las mismas tareas que en la República Dominicana: delatar, caliesar, acosar, perseguir, apresar, torturar y matar patriotas.

Aquí llevó a cabo una macabra tarea contra los patriotas restauradores, y allá contra los patriotas martianos, mereciendo que se creara para semejante sádico la subjefatura de la Policía de La Habana, capital de Cuba.

Y lo mismo: elogiado y apoyado por su “lucha” contra los “delincuentes cubanos”, como aquí contra los “delincuentes dominicanos”, al extremo de que ayudado por un plumífero mercenario escribió un “libro” acerca de cómo matar “delincuentes”, léase, repito, restauradores dominicanos y martianos cubanos.

Su nieto demostraría que la genética no falla.

Y eso de que era médico, abogado, escritor, políglota, intelectual, es pura mentira. Apenas llegó a enfermero de las ambulancias de la época. Defendiendo a su pariente José Trujillo Monagas, el brillante Euclides se c… fuera del cajón.

El Nacional

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