Opinión

Cápsulas

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Los médicos merecen un aumento salarial, y con ellos las consagradas enfermeras, las eficaces laboratoristas y toda persona que se relaciona con el sistema de salud.

He dicho, reiterado y ahora repito que lo más se parece a Dios en la Tierra es un médico, aunque Gabriel García Márquez diga que es un presidente. Dejémoslos empatados.

El médico brega con vida y muerte, con salud y enfermedad, con actividad e invalidez, con vida relegada y vida útil en fin, lo que el médico hace solo el médico puede hacerlo.

Por lo tanto, no hay aumento salarial que siquiera se acerque a lo que un médico merece por sus servicios a la humanidad y por lo que implica el ejercicio de tan exigente profesión.

El médico nunca estará bien pagado, ni su obra de salvar vidas podría jamás calcularse en términos de salarios en hospitales, consultas privadas, etcétera.

Si bien no hay aumento salarial que haga justifica a la tarea de los médicos, dicho aumento es necesario, impostergable, justo si es adecuado (más o menos) y consecuente no solo con la ardua labor del médico sino con sus necesidades.

Ante los fracasos para encontrar una salida a este asunto de ya tantos años, senadores y diputados, en un gesto enaltecedor, buscan de manera afanosa y sincera fijar los recursos para poder elevar los salarios.

Hasta ahora, todos han fracasado y el tranque parece que se tratara de un “karma” (si usted cree en eso) que todavía no ha llegado a un nivel de reencarnaciones suficientes de redención y Nirvana.

La última y desafortunada propuesta fue la de gravar los ahorros, sugerencia que ha provocado uno de los rechazos más unánimes que jamás se hayan visto en la República Dominicana.

Se trata de algo absurdo, abusivo, perjudicial para todos, lesivo al interés colectivo, draconiano, monstruoso, discriminador…

Eso iría contra los propios bancos, contra el propio gobierno central, contra la filosofía del ahorro, contra la reserva de hoy y de mañana del que depende o dependerá del ahorro, contra el que cree en el ahorro y lo practica y, sobre todo, va en contra, para no perder la costumbre, de los pendejos.

Pero como a este servidor le gusta citar la medicina y no únicamente el mal y criticar aportando también ideas que puedan llevar a una solución, voy a proponer un graven, un impuesto a una actividad que aguanta tales impositivos fiscales: las armas y sus derivados.

O sea, yo propongo que la partida que es necesario y legal fijar para los fondos de tal o cual aumento, en este caso el de los médicos, se haga de la siguiente manera:

-Impuesto para la compra de armas, de parte del que la vende y del que la compra. De todos los calibres.

-Impuesto para la importación y venta de balas de todos los calibres.

-Aumento bien alto para obtener o renovar los pasteles de empresas que se dedican a la venta de armas de fuego, principalmente aquellas que tienen el gran (y lícito) negocio de abastecer a las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y otros organismos castrenses.

-Aumento para sacar o renovar las licencias para porte y tenencia de armas de fuego. Y así por el estilo.

¿Qué les parece, señores legisladores?

El Nacional

La Voz de Todos