Opinión

Carta abierta a Miriam

Carta abierta a Miriam

A lo largo de esta agitada vida, he escuchado opiniones disímiles expresadas unas veces con serenidad y otras con pasión. Mi padre me aconsejaba coger y dejar encomios y diatribas que los demás manifestasen de este y aquel otro. No obstante, de usted solamente he podido almacenar las ponderaciones elogiosas que terceros hacen de usted por la ejemplar conducta que como servidora pública ha observado.

Con relación al rumor que se esparció el antepasado martes en torno a supuestos encuentros que habría sostenido el Ing. Víctor Díaz Rúa con una de las cuatro juezas de ese alto colegiado, escribí un primer tuit cuidándome de no ofrecer ningún nombre. Sin embargo, luego de un tuit que publicase con su nombre el comunicador Pablo Ross, quien a su vez se hizo eco de lo que en el programa “El Gobierno de la Mañana” expresó de usted el señor Najib Chaede, escribí esto otro: “La honorable magistrada Miriam Germán debe salirle al frente a esta gravísima denuncia”.

Créame que todas las veces que me he referido de usted, tanto en público como en privado, ha sido en términos loables, pues no he tenido jamás un solo motivo para poner en tela de juicio su honestidad personal ni su rectitud como miembro del Poder Judicial.

Y para silenciar murmullos de torcidas voces amaestradas en sembrar cizañas y despertar enconos, ese mismo día me permití reiterar el concepto que de usted tengo a través de una serie de tuits que transcribo a seguidas:

“No he sido yo quien ha formulado la denuncia, además de que antes y ahora he dado fe de la honradez de doña Miriam”.

“Nadie ha puesto en duda la integridad de Miriam Germán. Es acreedora del respeto de todos en este país”.
“Pero, ¿quién es que ha puesto en duda la probidad y entereza de Miriam Germán? Me parece que gimnasia se ha confundido con magnesia”.

“He dicho y repetiré hasta el cansancio, si fuese necesario, que la honestidad de Miriam Germán está al abrigo de toda sospecha”.

Me mortifica que haya podido creer que sería capaz de dudar de su recia moralidad. Sepa, honorable Magistrada, que siento por usted la mismísima admiración que le profesaba mi padre, por lo que le ruego disculparme si con motivo del malentendido que me mueve a escribirle, usted se sintió ofendida conmigo.

El Nacional

La Voz de Todos