Opinión

Catalejo

Catalejo

El edificio que albergaba al Palacio de Justicia en la ciudad de Nottingham, Inglaterra, lleva por nombre Shire Hall, donde hoy se puede visitar el “Museo de Crimen y Castigo”, en el mismo centro de la ciudad. De ese lugar se tejen muchas historias, entre ellas, se dice, que hay un montón de almas atormentadas.

Recordé el lugar al conocer el espectáculo montado el pasado viernes por los concupiscentes seguidores de Leonel Fernández, quienes se apandillaron para declararlo inocente de la acusación de lavado de activo y prevaricación, incoada por Guillermo Moreno, a quien se pretendió someter al escarnio público.

El Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, a donde acudieron en tropel los artífices de la impudicia, es un  tétrico lugar, como el edificio Shire Hall de Nottingham, atiborrado de un montón de “almas atormentadas” por la impunidad de Estado que han impuesto los arcontes de la obscenidad.

 Guillermo Moreno, en un acto quijotesco, acudió ante el Ministerio Público —conformado por el acusado—, en compañía solo de su valor personal, para reiterar lo que todos, como en Fuenteovejuna, conocemos desde hace mucho tiempo.

 Lo que no deseamos es que un día su “alma atormentada” se sume a las de otros tantos derrotados por la perenne conspiración contra la Justicia, que, como decía Platón, es “la virtud política por excelencia”.

 De lo que se trata, es de un hecho punible y complicidades en un sólo andamiaje, con actores que han hecho de la procacidad su estilo de vida, su inspiración y razón de ser.

 Frente a los que pretenden doblegar el espíritu, debemos repetir junto a Pablo Neruda: “Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños”.

El Nacional

La Voz de Todos