Opinión

Clausura, dictadura

Clausura, dictadura

Rafael Peralta Romero

La afinidad entre los vocablos cerradura, clausura y dictadura va mucho más lejos que la visible igualdad de terminación. Cerrar y clausurar conllevan impedir el paso a alguien, suspender determinada acción o dejar inhabilitada una entidad o un establecimiento. Estas acciones se corresponden con actuaciones rígidas y desagradables.

El cumplimiento de tales trabajos implica la intervención de un sujeto con gran capacidad para ignorar a los demás y apoyar sus puntos de vista al margen de predicamentos orientados a regular la conducta social. Sin ética, la política es tiranía. El tirano carece de sentido de justicia y actúa a la medida de su voluntad.

El dictador, real o en potencia, disfruta cerrar puertas, clausurar vías de acceso colectivo e inhabilitar organismos de decisión, sobre todo si son dotados de criticidad. Estos individuos llegan a creerse que están por encima de las demás personas y su mejor disposición es para escuchar a quienes los ensalzan y aplauden.

Para ilustrar, conviene ir de lo general a lo particular. El veterano dirigente Fulgencio Espinal, secretario ejecutivo de la Comisión de Efemérides del Partido Revolucionario Dominicano, se ha encontrado con que ha sido cerrada la oficina que le corresponde en la casa nacional de ese partido. Se lo atribuye a su crítica al resultado en las pasadas elecciones.

Hace dos semanas se dirigió al presidente del PRD, Miguel Vargas, y mostró su sospecha de que la acción se deba “a la actitud crítica que he venido asumiendo antes y después del resultado de las elecciones y que en ningún modo compromete la responsabilidad de los meritorios compañeros integrantes de la comisión…”

Más complejo que éste es el caso de Venezuela. El perturbado gobierno de Nicolás In Maduro ha amenazado con disolver la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. Y lo dicen –él y su grupo- sin rubor, no temen mostrar su espíritu cerrado y contradecir la prédica de apariencia democrática.

El gobierno y sus aliados evalúan la posibilidad de solicitar al Tribunal Supremo de Justicia, dominado por el chavismo, que disuelva el Congreso, controlado por la oposición. El pueblo venezolano ha sido generoso en el otorgamiento del poder a los chavistas. Ahora éstos se niegan a entender que el pueblo no ha renunciado a su soberanía.

Venezuela necesita diálogo y apertura, no cerradura ni clausura. Si el presidente venezolano quisiera hacer honor a su apellido procurara la convivencia en armonía con los diputados. Disolver una Asamblea elegida por el pueblo es lo que menos necesita una nación afectada de tantas carencias. Tal clausura acentuaría en ese gobierno el cariz de dictadura.

El Nacional

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