Página Dos

Cójanlo

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Si el Congreso destituyó a la presidenta Dilma Rousseff y no pasó nada, como no sea alguna protesta callejera de poca monta, menos pasará si procesan y encarcelan por corrupción al líder del Partido de los Trabajadores y expresidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva. Su alta popularidad se ha diluido en la medida que su nombre ha aparecido entre los beneficiados en el caso Petrobras.

En un principio mandatarios y exmandatarios salieron a defenderlo, pero hoy pocos se atreven a meter la mano en candela. Pensar que un hombre como Lula podía caer preso era una utopía. Si algo se pensaba era que no tendría contrincantes si se postulaba para regresar a la Presidencia. Pero con las acusaciones de lavado y enriquecimiento ilícito el camino se ha puesto muy escabroso. Hasta sus grandes logros, como los programas sociales para sacar de la pobreza a más 35 millones de brasileños, hoy son cuestionados.

Con la destitución de Rousseff el carismático exmandatario no solo ha retornado a la oposición, sino que está a un tris de ir a la cárcel, que sería lo peor que pueda ocurrirle. Tratándose de la figura política de más dimensión de la región su caso plantea muchas interrogantes.

El Nacional

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