Réquiem para Miguel Ángel
No tenemos una clara conciencia del nivel de pérdidas en vidas humanas que implican los accidentes del tránsito.
Nos hemos acostumbrado a ellos, como parte de la realidad de la vida moderna.
Uno de esos accidentes, en los cuales la conducción irresponsable tiene sus tristes méritos, nos ha dejado sin la vida de un compañero singularmente servicial, tranquilo, estudioso y de una mansedumbre que es escaso disfrutar en los ambientes de los medios.
Miguel Ángel Guzmán no está en el antedespacho del director de El Nacional, donde sirvió con efectividad las labores de mensajero interno durante años.
La oleada sin sentido de los accidentes de tránsito, el manejo irresponsable de alguien, nos ha dejado sin su presencia. La noticia nos dejó a todos sin palabra que pronunciar. Dolió.
Estudiante de Ingeniería de computación en la Universidad Tecnológica de Santiago, recinto de Santo Domingo, campus al que asistía cada tarde de seis a diez de la noche, como parte de sus aspiraciones de capitación y desarrollo.
Miguel Ángel no era una persona extrovertida. Hablaba y respondía con acciones efectivas a cuanto se le solicitaba Era una persona tranquila y contemplativa del panorama, mientras desarrollaba su tabajo. Nunca decía “No” si podía realizar lo que se le accedía. Era cuidadoso hasta en el detalle mas nimio: una llamada que debía hacer para llevar un mensaje oportuno y esperado, un correo que se había enviado al director, el llevar a alguien una comunicación en papel a alguien.
Era un ser de paz. Accesible. Sin arrugas en el trato. Cuando se le ponía conversación, se constataba su inteligencia y sensibilidad.
Nos harán falta sus ojos tranquilos y su altura corporal, cruzando la redacción para llevar un mensaje, para indicar “El Sr. director quiere verle”, cuando Radhamés requería a uno de sus reporteros para ajustar enfoques noticiosos o indagar más allá del facilismo que, a veces, tenemos los periodistas.
!Que descanse en Paz!
